Cine sibarita- Sergio Wolf



La cuarentena me empujó a inventarme rutinas y una fue aligerar mis pendientes con el cine argentino de los últimos años. Vi mucho, a razón de una por día, porque toda rutina impone una métrica. Orbité entre algunas buenísimas (“La vendedora de fósforos”, “Hábitat”), un fogonazo que me hizo descubrir un cineasta de quien ya quiero ver otra (“Los globos”, ver artículo de José Miccio en Revista de Cine Nº5), una que me hizo pensar problemas sobre mi trabajo como director (“La casa de Argüello”), varias que carecen de interés y prefiero evitar y por último “Introduzione all’oscuro”.

Sabemos que el rango de usos de la primera persona es amplísimo y que entre la discreción y el narcisismo hay tantas estaciones intermedias como el infinito pueda imaginar. Viendo la película me acordé de ese chiste que hacía Gombrowicz en su “Diario”: "lunes, yo; martes, yo; miércoles, yo; jueves, yo...," porque en “Introduzione all’oscuro”, su director Gastón Solnicki pareciera partir del deseo de hacer una película a/de/desde/para/por/según/sin/sobre/tras un personaje casi mítico y generoso llamado Hans Hürch, que hacía el festival más hermoso del mundo, “la” Viennale, como le decíamos todos. Pero en rigor más que un tributo a Hurch, que acaba de morir, es sobre Solnicki intentando seguir sus hábitos, mostrándose en los cafés que su amigo frecuentaba, imitándolo en el robo de tacitas o comprando telas para confeccionar los sacos especiales que su amigo se hacía a medida, entre otros afanes, hasta que se da el gusto de elegir para homenajearlo un film de Lubitsch y exhibirlo en la Viennale, y al presentarlo Solnicki habla más de él que de Lubitsch, aludiendo a su elegancia (la de Lubitsch) y poniendo la suya a la par (la de Solnicki). Ahí termina de definirse como un cineasta sibarita. En la pantalla y fuera de ella, la elegancia ante todo.

Quizás sea ese mismo sibaritismo el que casi al final, antes de un evento con gente que cree estar espléndidamente vestida, lo hace poner un cartel que dice: “Una gran familia argentina que gustaba a Hans”. Y esa familia es la del propio Solnicki, en esa fiesta, secuencia que no recuerdo si ya había incluído en su anterior “Papirosen” o si lo rescató de los detritus de montaje. Paré el link de Vimeo y volví a mirar el plano: sí, decía eso. No pude terminar de verla.

De las muchas definiciones de obsceno, una dice que es lo que ofende al pudor, y yo no sé si el pudor es una persona que suela ofenderse ni tampoco creo que cultivar el pudor como norma cinematográfica sea un buen camino (tiraríamos a casi todos los mejores a la basura) porque no se filma, ni se escribe, ni se pinta, ni se actúa ni nada con el pudor. Pero otra de las definiciones de obsceno es la de “vulgar”. ¿Es posible un oxímoron tal como un sibarita vulgar? Me acuerdo de esa línea elegantísima de Lubitsch: “Escucho y olvido. Veo y recuerdo. Escribo y entiendo”.



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