El oficio más trágico- Alejo Moguillansky

El oficio de montajista suele encontrarse a menudo con la desgracia.

Yo he aprendido de Rohmer que la mejor manera de montar un plano de un personaje con su descarga de mirada es sin raccord. Imaginemos: un personaje se acerca a una ventana. Mira a través de ella. Alguien lo llama desde atrás y nuestro personaje cruza la mirada por encima de su hombro para mirar hacia atrás suyo... ¡ése es el momento para cortar al plano probablemente picado a través de la ventana! O bien esperar que se vaya de cuadro. O bien haber mostrado antes la ventana.  O quizás nunca mostrar la ventana. O vaya uno a saber cómo y cuándo.

Esto tiene varias razones. Una es que el corte en raccord de mirada le permite al plano de descarga ser no necesariamente bueno, ser perezoso y conformarse apenas con el amparo de estar bien angulado y aprobado por el sindicato, y que en todo caso su necesidad tenga razones gracias una gramática prosaica y demasiado transitada del cine. Imagino que cuando Oubiña habla del teorema del montaje de Godard en nuestro Nº7 hay un pensamiento que recorre con filiaciones similiares estas ideas rohmerianas sobre cómo montar una descarga de mirada. La búsqueda de un montaje diferencial que apenas debe poner una cosa al lado de la otra generando redes de imágenes, y no cadenas que las dobleguen a tener sentidos unívocos en una lengua pobre que se conforme con hacer un burdo uso de la gramática cinematográfica. También se podría pensar en una suerte de busca de un absoluto poético que podría tener a Rimbaud como estrella guía. Y que este uso irresponable de la lengua generando un mísero raccord de mirada termina por opacar las imágenes en un baño incalculable de medianía.

Creánme: de la misma manera que un soldado a sueldo pelea por una causa con la que disiente, cada vez que un bribón sentado en su sillón de cliente le pide a un montajista un corte que no busca inventar lenguaje, sino hacer ese uso banal del cine, cada vez que un directorcillo le pide ¡un raccord de mirada! ese día ese montajista muere un poco. Y con él o ella, el cine. Los montajistas que sobreviven editando hasta viejos (se trata de una minoría) probablemente nunca hayan leído a Rimbaud, o quizás sean ciegos –lo que es más o menos lo mismo.



Comentarios

  1. Rimbaud como autoridad después de haber cumplido los 18.
    Ahora entiendo el montaje horrible de Las poetas visitan a Juana Bignozzi.

    ResponderBorrar

Publicar un comentario

Entradas populares