Llueve- Rodrigo Moreno



Hasta el mismo día en que se decretó la cuarentena, yo me encontraba filmando una nueva película en un lugar del sur de la provincia de Córdoba. Es imposible determinar si podré seguir haciéndola, cómo y cuándo. Pero lo que quiero contar aquí no son las penurias de una producción sino algunos hallazgos durante el rodaje. Por ejemplo, la idea de la lluvia. Tanto en la primera parte del rodaje, como en esta segunda sección en Córdoba (es una película que vengo filmando desde 2018 por partes) nos impusimos como norma filmar la lluvia. Esto quiere decir que la cobertura, en caso de lluvia, fuera la misma lluvia. Recomiendo esta práctica. Por un lado, se evita tener que correr a locaciones que no están disponibles o del todo preparadas, se evita también hacer piruetas con el plan de rodaje y se posibilita algo único, filmar la lluvia. Es cierto que si no se filma a contraluz, o no se tiene suficiente luz de contra, y no siempre se puede, las gotas no copian, sin embargo, aún cuando las gotas no copien lo suficientemente bien como para “leer” la lluvia en plano, la atmósfera de un día lluvioso, la molestia que produce en los actores, la inverosímil gota que sí copia, el cielo plomizo, los fragmentos reflejados sobre el suelo mojado, etc., confieren a la escena y en definitiva, a la película, la presencia de lo real que se manifiesta más allá del plano.

Ayer vi dos películas cuyos guiones fueron escritos por William Faulkner. “The Big Sleep”, de Hawks y “The Southerner”, de Renoir (por cuestiones contractuales en ésta no pudo figurar en los créditos). Dos películas geniales por motivos diferentes. Resulta difícil detectar qué hay en común en ambas películas pero sí podría afirmarse que en las dos hay un oído genial para los diálogos y tal vez esa sea la marca del escritor. De manera muy evidente toda la atmósfera sureña de granjeros pobres que Renoir retrata con precisión procede en gran parte de Faulkner. Luego está el humanismo de Renoir y también una sensibilidad especial para retratar a animales, seres humanos y paisajes por igual. Hay mucho de “Toni” en este film, que Renoir había filmado diez años antes. 

Ahora bien, en “The Big Sleep” y en “The Southerner” hay dos momentos formidables de lluvia. En uno, sucede sin mayor explicación que la de contribuir a la atmósfera del género: durante la primera noche en que Marlowe se hace cargo de la investigación, llueve. Visita dos librerías, tiene presuntamente un amorío con una librera, persigue a un sospechoso, asiste a un crimen y rescata a la hija de su cliente. Siempre llueve.

En la otra escena, la madre de Sam, el protagonista, se casa por segunda vez. La fiesta de casamiento es salvaje, se emborrachan todos, rompen botellas y camas, bailan sin parar al ritmo de un violinista. De repente la fiesta termina y se larga una tormenta descomunal. La lluvia se cuenta en algunos planos conjuntos, en otros del cielo con relámpagos y en algunos planos detalles: llueve sobre el cordón de la vereda, llueve sobre el tejado de la casa. La lluvia inunda los campos de algodón y resulta una peste más de las tantas que afectan al matrimonio de granjeros que debe lidiar con la insubordinada naturaleza. 


En ambos casos la lluvia perdura a lo largo de varias escenas, como si instalara un orden nuevo, no exento de dramatismo. 
Hoy leí este poema de Faulkner:


Si hay dolor, que sea solo lluvia,
y que este dolor plateado sea solo por el dolor mismo,
si estos bosques verdes estuvieran soñando aquí
para despertar en mi corazón, si yo despertara nuevamente. 

Pero dormiré, porque ¿dónde se halla cualquier muerte
mientras esté yo arraigado como un árbol a estas colinas
tristes y soñolientas de aquí arriba? Aunque esté muerto,
la tierra que me contiene me dará aliento.


Comentarios

Entradas populares