Presentación



Quienes hacemos la Revista de Cine hemos decidido, a partir de las actuales circunstancias de encierro, ensayar un experimento. 
Quienes conozcan la Revista sabrán que una de sus características centrales, una de las decisiones que a lo largo de sus siete años de historia se ha mostrado más irreductible es la elección del soporte en papel: la Revista es, desde el vamos, un hecho físico, un objeto. Ese objeto, su corporeidad y su forma, no han sido nunca para nosotros menos importantes que sus contenidos, y es así que jamás hemos dado el brazo a torcer ante las manifiestas comodidades de la entrega digital y de pertinaz presencia online. Nos hemos mantenido –por así decirlo– obstinadamente anacrónicos.

Lo que aquí presentamos es una modificación a ese principio, pero a medias. Llamarlo “blog” no es sólo una capitulación ante los enemigos de las bellas palabras, sino también una imprecisión. Tampoco es una revista digital; ni siquiera la versión digital de una revista. Pretendemos que sea el espacio para desarrollar un nuevo tipo de textos, completamente diferentes del tono ensayístico que hemos probado en nuestros seis números publicados. Escritos breves, caprichosos, que jamás aceptaríamos imprimir por pudor, o por recato, o por mero respeto a lo que debe ser tipeado en ese espacio mágico que aún hoy es una hoja de papel. Acaso la mejor definición de este nuevo estilo es que se trata de textos impunes. Sin vanidad, sin pretensión alguna, nacidos apenas del impulso y de la alegría de escribir. Un sano ejercicio, en estos tiempos graves, de escritura despreocupada. 

Los que hacemos la Revista, asimismo, nos confesamos ignorantes de la trascendencia, de la duración o de la permanencia en el tiempo que pueda tener esta pequeña aventurilla que ahora mismo damos a publicidad. No creo que exista en estas páginas (¿puede, por ejemplo,  llamárselas así?) otra voluntad que la más básica de las formas de comunicación: decir algo, con la secreta esperanza de que –en algún punto de la realidad– haya alguien dispuesto a escucharlo.


Esperanza: he ahí, probablemente, la palabra clave. 


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