Contra la interpretación - Mariano Llinás




He comprobado que ninguna noción me ha acompañado tanto a lo largo de mi vida como el rechazo a cualquier tipo de explicación o busca de sentido oculto detrás de las imágenes. Recuerdo, a los nueve o diez años, estar viendo “Ese oscuro objeto del deseo” junto a mi padre y su compañera sentimental. A partir de un momento, el personaje de Fernando Rey comienza a llevar tras a sus espaldas una misteriosa bolsa negra, completamente injustificada por la trama. Me recuerdo de niño riendo carcajadas frente a esa novedad arbitraria. La mujer de mi padre, psicóloga, me explicó: “Es la bolsa en la que se llevan las frustraciones”. Recuerdo haber sentido dentro mío una violencia cercana a la indignación. Lo comprendí inmediatamente: si ella tenía razón, el film era una inmundicia pedagógica. ¿Con qué derecho se arrogaba la potestad de empequeñecer lo que para mí era un gozoso misterio? 

La relación entre mi padre y ella concluyó al poco tiempo. 

Esa batalla (que para mí siempre fue la batalla entre la belleza y la razón, entre la libertad y el “buen sentido”, entre el genio y la mediocridad) ha estado conmigo siempre, y he debido defenderla en forma cada vez más enfática con el paso de los años. He advertido que el público y la crítica no han escarmentado: la experiencia presentando las películas propias demuestran que todos exigen a las imágenes esa infame plusvalía semántica y condenan por snob o estafador a quien se resiste a someter el propio material a esas laboriosas exégesis. Hoy ya no es elegante hablar de “mensaje”, pero se disfraza esa noción otrora imprescindible con nombres más à la page: concepto, abordaje, problemática. Hace algunos meses, un amigo crítico, a quien respeto como a nadie, se enfrascó conmigo en una discusión que yo consideraba definitivamente saldada. “Fellini es un genio”, decía, “pero el final de La Dolce Vita es intragable. ¡Cuánto didactismo!”. El didactismo alegórico al que se refería giraba en torno del monstruo marino que el grupo de noctámbulos encuentra en la playa al amanecer. Le resultaba inconcebible que ese animal completamente opaco y fantástico no fuese otra cosa que una representación de la miseria del mundo, de la decadencia de occidente, de la incomunicación contemporánea, y quien sabe de qué otras generalidades. No es que no conociera la frase “Un pescecane e un pescecane”: la consideraba una travesura, una mera boutade

Abandoné la conversación derrotado, traicionado, sintiéndome el amargo defensor de una causa perdida.


Comentarios

  1. Estoy de acuerdo con ir en contra de la interpretación siempre que sea posible, como en el caso de la escena final de LA DOLCE VITA. Todo se vuelve mucho más banal leyendo esa escena como una alegoría de cualquier cosa, y de la decadencia de Occidente en particular. Sin embargo, también hay que decir que a veces es más "laborioso" no hacer la interpretación que hacerla. Pienso en la escena culminante de VIAGGIO IN ITALIA. Ingrid Bergman y George Sanders, mientras su matrimonio se desintegra, presencian la exhumación de un matrimonio petrificado en Pompeya (presumiblemente, un matrimonio sin querellas). Aunque la interpretación pueda llegar más o menos lejos y ser más o menos sutil, es inevitable hacerla. En cambio, en la misma película, pero al comienzo, Ingrid Bergman entra en el Museo Arqueológico de Nápoles, donde se ve subyugada por las esculturas que la rodean. Si bien esta escena también se puede "intepretar", exige cierto trabajo, trabajo cuya recompensa es nula, porque lo único que se logra con él es privar a la escena de su infinito misterio, y por lo tanto de su infinita belleza.

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    1. Ya ve usted: la idea de que la escena de las ruinas de Pompeya es una alegoría de quien sabe qué cosa me resulta tan aberrante que jamás había reparado en ello. Soy, a todas luces, un enamorado de las superficies. Seamos borgeanos: aquellos versos de Quevedo "su tumba son de Flandes las campañas/ y su epitafio la sangrienta luna" sólo empeoran si pienso en los servicios de Pedro de Girón a Mauricio de Nassau, y si descubro que la "sangrienta luna" es apenas el Creciente Islámico. Cuando usted sugiere que el monstruo del fin de "La Dolce Vita" representa "la decadencia de occidente" no sólo me parece una alegoría un tanto irresponsable y poco eficaz sino también ( si pensamos en 1959) un diagnóstico bastante temerario. ¿De qué decadencia estaría hablando el film?
      Ya ve usted: las huellas de una una educación fundada en el automatismo son de difícil remoción.

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    2. Yo no sugerí que el monstruo marino del final de LA DOLCE VITA representara la decadencia de Occidente. ¿Acaso no lee usted sus propios artículos? Cito: "Le resultaba inconcebible que ese animal completamente opaco y fantástico no fuese otra cosa que una representación de la miseria del mundo, de la decadencia de occidente, de la incomunicación contemporánea, y quien sabe de qué otras generalidades". Precisamente retomándolo a usted que menciono esa "interpretación", con la que estoy en desacuerdo. Respecto del hecho de que usted nunca haya reparado en que el final de VIAGGIO IN ITALIA conduzca a que el matrimonio desenterrado sea "interpretado" en relación con el propio matrimonio de los personajes de la película: no le creo, lisa y llanamente.

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    3. Se lo juro...

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  2. Curioso: La batalla contra el "mensaje" es como la que hoy se libra en nuestras calles contra el "comunismo"... Tal vez porque ambas cosas parecen derrotadas pero persisten en la voluntad de los hombres. Las dos cosas pueden rastrearse hasta la antiguedad, así como también los miedos que generan. Sin embargo el "mensaje" (incluso el no criptocomunista que enciende las iras macartistas) es tan consustancial al arte occidental que solo algunos movimientos del siglo XX (como el surrealismo, que sin embargo se rendía ante el enemigo como toda expresión "anti") creyeron haberlo derrotado. Con la caída del muro pareció caer también el "mensaje". Sin embargo ahí está, hasta en "El discreto encanto de la burguesía" o "La flor"...

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    1. Es posible que tenga usted razón: siempre hay mensaje. Lo que puede variar es el mensaje en sí, o mejor aún, cuan descifrable es el mensaje y cuán simple. O mejor aún, cuan consiente es el emisor de ese mensaje de lanza al mundo, o qué relación mantiene ese mensaje con las formas que lo constituyen . ¿O el mensaje son las formas? Ya ve usted: las artes de la mensajería son complejas y variadas. Lo que el artículo en cuestión deplora es una insistente teoría que imagina a los films (y les exige, para admitirlos como válidos) una interpretación unívoca, cuyas claves herméticas solo descubren los avivados y los tauras.
      En cuanto a las "batallas que se libran en nuestras calles contra el comunismo", confieso mi sorpresa. ¿Adonde ha visto usted de manera tan nítida esos pogroms que tanto parecen aquejarlo?

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    2. Estimado NP,

      Lo que creo que siempre hay, desde que el cine suma imágenes, es un "sentido"; un inevitable sistema que organiza el relato. Eso es lo que, tal vez, "persiste a la voluntad de los hombres". Aquello que aparecerá invariablemente. Pero eso no es un "mensaje". Es decir, la unión entre el ojo y la luna, o la nube y la navaja, de "Un perro andaluz" (o la bolsa que trabaja Llinás) plantea un sistema de lectura (por ejemplo, similitud formal), pero no necesariamente un "mensaje". Que el espectador pueda interpretar eso y llegar a un "mensaje", es otra cosa. Pero "MENSAJE" tiene el final de "Aquarius", que poco tiene de surrealista y mucho tiene de didactismo. Ese mismo didactismo que Llinás detecta en la lectura de esta psicoanalista. Porque, justamente, lo que creo que plantea Llinás no es algo en contra de los "mensajes" que las películas pueden (o no) tener, sino más bien en cómo se leen las películas en función del mensaje (o lo que algunos denominan, "lo que me quiso decir". Y si bien el surrealismo es propenso (fatalmente) a este tipo de lecturas (o, como titula el texto "interpretaciones"), todo el cine está expuesto a esto. En este caso, mientras la psicoanalista no puede ver en esa bolsa sino una alegoría que justifica (y satisface) su utilización, Llinás, simplemente se resiste a ver en allí eso, o al menos, a ver solo eso. Porque la gracia está en que también, esa bolsa pueda ser, sencillamente, una bolsa.

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    3. Z:
      El "sentido" es inevitable para el interpretador. Y "persiste en la voluntad de los hombres", sí, pero también la necesidad de darlo, no solo de reconstruirlo. De ahí el remanido "mensaje", que no asustaba a nadie hasta mediados del siglo XX… Lo propusieron Ford, Dreyer y Ozu, por solo nombrar tres maestros muy distintos y distantes, pero los ejemplos son abrumadores. La lucha contra el “mensaje” es la excepción y no la regla, aunque de un tiempo a esta parte parece mala palabra (supongo que algún profesor podría adjuntarle la palabra “caca”, como hacía tan bien malamente con alguna forma cinematográfica).
      El “didactismo” es otra cosa (ese profesor es una muestra, en sus dichos y hechos), y en toco caso sepan hacer ustedes la diferencia, aunque no veo que preocupara a los citados. Se han hecho obras maestras del didactismo, y bazofias de la nada. No pasa por ahí la distinción entre lo condenable y lo condenable, salvo para un cine contemporáneo “enamorado de las superficies”.

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  3. Lupin:

    Efectivamente, las artes de la mensajería son complejas y variadas. El problema entonces son los interpretadores, no la interpretación, que nunca no siempre es “unívoca” (aunque tampoco fue problema en el arte occidental desde Homero), ni supone claves “herméticas” (que más que unívocas las hace elitistas), ni solo se dirige a “los avivados y los tauras” (más bien usuarios del hermetismo).
    En cuanto a las "batallas que se libran en nuestras calles contra el comunismo", se ve que hace mucho que no sale… Igual basta con recorrer esta red. Incluso solo a alguno de sus usuarios, como el viejo adalid del cahierismo en las Pampas (o playas).

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    1. Ya ve: apela usted a Ford, Dreyer y Ozu (acaso tendría más sentido recurrir a Eisenstein, dados sus desvelos políticos y sus fantasmas que emiten sus temblores desde los balnearios). EL caso de Ford es particularmente ejemplar: Es insensato, por ejemplo, decir que el plano de Lincoln subiendo la colina entre relámpagos mientras suena el Himno de Batalla de la República está exento de mensaje (como tampoco lo están operaciones similares con los contemporáneos Douglas Mac Arthur o Eisenhower siendo presidente). Estos últimos (They were expendable y The long grey line) son, ciertamente, films en los que la propaganda ocupa un lugar central, y el propio Ford no vacila en poner su grado de oficial de la marina (junto al del resto del equipo técnico) en los títulos de crédito. El verdadero problema, a mi criterio, es que la interpretación, en estos casos, suele llevar a considerar los films desde un punto de vista moral. Su postulación del "bien" y del "mal" ocupa el lugar, en la exégesis, de la inteligencia y el misterio. Y de eso sí, amigo mío, me declaro en contra.

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  4. Ni falta hace mencionar a ningún rojillo, visto que como usted dice el caso Ford es ejemplar, hasta en sus films menos patrioteros.
    Así que puede declararse usted contra lo que quiera (cuál terraplanista cinematográfico). Eso no acabará con la interpretación ni con la moral. Hasta Nietzsche terminó abrazado a un caballo, estimado.

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    1. A ver si me hago entender: hay una anécdota según la cual Güiraldes, en la cúspide de su fama, hizo que le leyeran "Don Segundo Sombra" a Segundo Ramírez, el personaje real que había inspirado al personaje ficticio. Una vez leído, Güiraldes, no sin frustración, comprobó que a Ramírez el libro le había parecido "malísimo". ¿El motivo?: estaba lleno de falsedades e imprecisiones. El arreo tal no había sido después de tal otro sino antes; tal (que aparecía como presente en cierta anécdota) no había llegado a la estancia sino varios años después. Lo mismo le pasó a cierto director amigo mío que, alguna vez, debió ocuparse de realizar videos científicos para la televisión publica: después de luchar contra un material indócil y cerrado, había finalmente encontrado la forma de darle al relato un aire y una marcha que podríamos llamar "cinematográficos" (esto es: suspenso, peligro, expectativa, identificación). Los científicos, al ver el resultado que tanto enorgullecía a nuestro cineasta, se mantuvieron indiferentes. Solo veían si lo que se decía era preciso o si se contradecía con tal o cual paper. No es que les molestaran los trucos narrativos; directamente no los veían.
      ¿Qué quiero decir con esto, NP? Que un objeto audiovisual es una cosa u otra de acuerdo con la expectativa que se tenga de ella. Como ya se dijo alguna vez en la Revista de Cine, hay quienes piensan en un film como algo que sirve a determinados fines (didácticos, ideológicos, morales, de actualización política y doctrinaria) y hay otros que piensan que no sirve para nada, que precisamente se trata de no servir para nada, que integra ese mundo (eternamente mal reputado) de las cosas que no sirven para nada, más allá de lidiar con algo tan inasible, tan poblado de mentiras y de estafas como aquello que se conoce bajo el nombre de Belleza.

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  5. Quedó claro desde el vamos. Y seguirá siendo curiosa esa militancia nihilista en que el cine no sirve para nada, aunque tampoco es nueva. Es más vieja que la doctrina del arte pour el arte. Que es una doctrina más, estimado.

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    1. NP: yo lo que estoy maliciando es que usted aparece por los blogs hablando macanas pero nunca dice nada de lo que realmente piensa. Por ejemplo, con lo del cine útil o inútil ¿Usted qué piensa? ¿Que el cine es útil o inútil? Y si es útil ¿Para qué sirve?

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  6. También está claro desde mi primer comentario, estimado...
    El que tiene un corso a contramano es usted, que le pone el cuerpo a un encendido monólogo que está en (que es) el corazón de su Flor y luego sale con estas cosas, como si borrara con el codo lo que escribió con la mano. Pero su corazón está ahí, por más que sus exégetas se queden con los árboles y los aviones...
    Yo lo que veo en una cosa y otra, la evidente unión, es una suerte de sentimiento de culpa por esa gratuidad que aquí dice festejar, pero sus películas lamentan.
    O sea: el que no dice (no escribe) lo que piensa (lo que siente) es usted, estimado.
    Pero bueno, puede seguir echándole la culpa a la interpretación (la mía, en este caso).

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    1. Lo dicho: le escapa a cualquier tipo de respuesta como sapo a la guadaña. ¡Sea claro, viejo! Si cree que el cine tiene que servir a otros propósitos exteriores a sí mismos, dígalo. No es tan difícil la respuesta. Si tan a contramano tengo el Corso, diga "Sí: pienso que el cine se legitima por su función ..." y llene, ahí nomás, los puntos suspensivos. Recién a partir de ahí se puede llegar a discutir.

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  7. Acá el único que vive escapando es usted, estimado.
    Yo no puedo ser más claro, salvo que sea para decir lo que usted quiere parece...
    Esa idea de que hay propositos "exteriores", como si hubiera un sacrosanto interior inexpugnable es toda suya...
    No es tan difícil de entender: el cine no tiene "función" (privada tampoco). Lo que sucede es que no puede escapar a sus determinaciones, sean exteriores o interiores... En todo caso, algunos cineastas son más conscientes de ello y no solo no temen a esa huella, sino que la buscan. Incluso para ir contra su propia época, en vez de rendirse a ella.

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    1. NP, me sorprende que hable de una imagen determinada, estable, fija, natural. Como alguien dijo, lo natural es del campo de la derecha, la izquierda se atiene a lo antinatural ¿Cómo corre a alguien por derecha cuando usted piensa que no se puede escapar de lo determinado? Parece que lucha contra la corriente de los avivados y los tauras pero se libera al flujo de lo que la imagen dicta. Lo más clásico que se consigue (Con todo mi amor al clasicismo).

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    2. Ay, anónimo, anónimo…
      Lo que no sorprende es esa proyección suya, que solo habla de su propio punto de vista cuando habla de “correr por derecha”: Yo no hablé de una imagen “estable, fija, natural” (esos adjetivos le pertenecen). Hablé de determinaciones, en minúscula y plural... Nadie dicta nada, ni la imagen ni la realidad. Simplemente (y aun así hay que recordarlo, parece): nadie puede estar por fuera de su espacio y tiempo. Incluso los que creen estar por fuera de cualquier estado (cultural, no digamos ya de naturaleza), habitando vaya uno a saber que paraíso platónico, junto con esas películas que pueden escapar a la interpretación.
      (Para más sobre el estado de “naturaleza”, vea la próxima respuesta al comentario de Lupín aquí abajo.)

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    3. NP, lo que asusta es cierta rigidez en su discurso, de ahí vienen esos adjetivos agregados a la imagen. Fijeza es considerar a un cineasta interesante por que reconoce las determinaciones, sean lo que sean, y hacerse cargo de ellas. La descripción de un un cineasta fechado, porque las determinaciones son de determinado momento, pero el cine es para siempre. Coincido igual que nadie escapa de su espacio tiempo, este está ahí, siempre punzando. Pero, volviendo al asunto del mensaje, en todo caso es mas propenso a escapar de sus determinaciones el cineasta que desestima las reglas de su época que el que las sigue o las rompe. El tiempo presente no es un aliado y, todos sabemos que, tratar el presente desde el presente es por lo menos necio.

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    4. Con qué poco se asusta, anónimo. Yo temería un poco más a esa peregrina, bastardeada y peligrosa idea de que podemos prescindir de los adjetivos. Como si la “imagen” hablara por sí misma. Como si el cine ideal fuera La libertad de Alonso, una película sobreinterpretada desde el título mismo… Eso es fijeza. Y así estamos: fijos. Por querer renunciar a nuestra situación, que siempre es dinámica. Y escu(l)pida en el tiempo.

      Todo arte está “fechado” (otra palabra que asusta a los anónimos). Y sin embargo sigue siendo arte, cuando sus cualidades hacen que trascienda los limites del tiempo humano.

      Y si: es mas propenso a escapar de sus determinaciones el cineasta que rompe las reglas de su época. Con desestimar no alcanza. Lo prueba nuestra época, que desestima tantas cosas y da tan pocas obras perdurables.

      El tiempo presente no es el enemigo. Pensar así es lo de necio, anónimo.

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  8. A ver: voy con otra anécdota, que acaso le clarifique mi perplejidad. Hace un tiempo fui invitado a participar de un "cine- debate" en torno a un film. Se trataba de un film que yo no había visto, pero que quien organizaba la cuestión consideraba que podía resultarme interesante. El film trataba del asesinato de un militante de una asociación de trabajadores rurales (el MOCASE) en Santiago del Estero, a manos de los grupos de represión informal regenteados por estancieros de la zona. El film tomaba como personajes a algunos campesinos que habían conocido al muerto y a su propia familia. Entre las tareas cotidianas de las que se daba cuenta, algunas escenas mostraban como los paisanos carneaban y faenaban cabras, a cuyo pastoreo se dedicaban. Una vez concluido el film, mi anfitrión opinó que esa "violencia" que mostraba el film resultaba, pese a lo chocante, extremadamente rica para la potencia de la obra. Dentro del público, hubo quienes coincidieron y quienes no. Más tarde, el anfitrión arriesgó que, a su juicio, el film establecía un paralelo entre la violencia de los hombres contra los hombres y la violencia de los hombres contra las bestias, como si "la violencia" fuese su tema profundo. Yo- tenso- esperaba el momento de mi intervención, preguntándome como saldría del aprieto. No compartía nada de lo que allí se decía: sólo me preguntaba por qué hablaban unánimemente de violencia para referirse a una imagen en la que un cabrito era degollado por quienes iban a comérselo (ni hablar de su comparación con un homicidio a sangre fría). Llegado mi turno, argumenté, ante el estupor general: "Puede no gustarnos ver eso. Podemos no estar acostumbrados a verlo, siendo gente de ciudad, poco habituada a los oficios de faenamiento. Podemos ser veganos y parecernos mal que los pastores sacrifiquen sus animales de cría. Lo que veo difícil es que llamemos a eso "violencia". Precisamente, si algo muestran esas imágenes es la ausencia de violencia. Esos cabritos son degollados de un modo tan rutinario y quirúrgico que su muerte resulta algo sorprendentemente anodino" El público me escuchaba estupefacto. Nadie entendía una palabra de mis opiniones. Asociaban la idea de sangre, de muerte y de violencia de un modo tan contundente que nada en la imagen podía sacarlos de esa idea previa. Finalmente, un héroe vino a rescatarme del mal trago: "No sé porqué hablan de animales, de sangre y de esas cosas. Lo único importante en este film es que muestra como las clases dirigentes matan y explotan a los trabajadores con la complicidad estatal". Esa revelación encauzó el debate: todo el mundo sabía con absoluta precisión que había que opinar y en contra de qué estar.
    Yo me mantuve en silencio hasta que se acabó el tiempo asignado al debate y el público me despidió con un piadoso aplauso.

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    1. Muy instructiva la anécdota (si se me permite), que clarifica su perplejidad aunque no para usted mismo, parece. Aunque evidentemente todos estaban perplejos ahí. Así que voy a interpretarla, con perdón de los ausentes.
      Digamos, en principio (no veo porque ocultar la referencia) que el film en cuestión es “Toda esa sangre en el monte”, no?
      Supongo que la interpretación de su anfitrión vino dictada por la tradición: cualquier interesado en el cine documental conoce la “Faena” de Rios, y la previa “La sangre de las bestias” de Franju, films que explícitamente establecen “un paralelo entre la violencia de los hombres contra los hombres y la violencia de los hombres contra las bestias”.
      Sospecho que su propia interpretación “natural” (“ esos cabritos son degollados de un modo tan rutinario y quirúrgico que su muerte resulta algo sorprendentemente anodino") no se basa tanto en el desconocimiento previo de esa tradición (que yo mismo creo que el film cita pero para tomar un desvío), como en sus ganas de ir contra la corriente en cualquier contexto que sea… Y aquí llegamos a la bendita palabra clave: contexto.
      No hay texto sin contexto. Claro que las relaciones entre ambos son complejas, y no se trata de pensar todo texto como mero reflejo superestructural (como sugiere el interpretador de que “lo único importante en este film es que muestra como las clases dirigentes matan y explotan a los trabajadores con la complicidad estatal”, que sería –efectivamente- lo que usted desacredita como “el mensaje”).
      Desde ya, hay contextos en los que todo el mundo sabía con absoluta precisión que había que opinar y en contra de qué estar... Lo que en ciertos contextos está muy bien, pero si en cualquier caso ampliamos los contextos (y pasamos esta película en la Rural, por ejemplo) seguramente encontraremos respuestas diferentes.

      Yo mismo, sin derogar la interpretación demandada, creo que fue otra la intención del cineasta, y era precisamente hablar no tanto de la violencia en si como de la naturalización de la violencia (lo más notorio de ese degüello que usted menta es la nenita que juega al lado como si nada).
      Y “naturalizar” es, por lo visto, algo que se puede hacer quitando o aludiendo a ciertos contextos, pero ciertamente es un mecanismo que solo puede ser revelado si uno atiende a esos contextos cambiantes.
      De lo contrario, uno podría interpretar “La batalla de Argelia”, por ejemplo, como una lección sobre como destruir una rebelión mediante la contrainsurgencia y el su sistemático de la tortura (lo que ha sido hecho, por supuesto: fue una película pasada en todas las academias militares desde entonces…)
      En fin: concluyamos aquí. De todos modos doy por hecho que habrá otros posteos contra la interpretación, porque no es una cuestión de argumentos...

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    2. ¿Querés contexto? ¡Tomá contexto!

      https://www.lanacion.com.ar/cultura/animal-sexual-genio-la-correccion-politica-se-nid2365833

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    3. Bueno, veo que al fin te quedó claro...

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  9. La obra manda y es ella quien dicta los términos del contrato.
    Las intenciones no importan.
    Creer que quien realiza una obra tiene control total sobre ella es ingenuo.
    Esa fe necesariamente conduce al kitsch más nauseabundo.

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