El silencio - Laura Spiner




Ordenando la biblioteca me encontré con una fotografía de 1965 de Buster Keaton durante el rodaje de lo que sería su anteúltima actuación en cine en “The Railrodder”. En la fotografía él está encuadrado hasta el pecho. Lleva puesto un traje negro, camisa blanca con corbata negra y su sombrero característico “pork pie”. Sus cachetes están caídos, su rostro carga ya con numerosas arrugas, su mirada está perdida y sus labios están pegados. Como desde sus comienzos los labios de Buster Keaton nos niegan la sonrisa, la esconden. Su mandíbula apretada, disciplinada, rígida. La cara de Buster Keaton es la cara del silencio, incluso pienso que muchas veces me río de su silencio, de su fijeza, y no sólo de sus movimientos rápidos y atléticos. En oposición busqué en internet fotografías del viejo Chaplin, qué muerte tan distinta. En todas sonríe orgulloso de su vida, de sus logros, de sus películas, de sus once hijos. Chaplin es indestructible, incluso antes de morir. Es un viejo millonario, canoso, bonachón, gran actor hasta el final, y murió consciente de ello. En sus fotografías de viejo y en sus videos no podríamos jamás encontrar a ese vagabundo que se metía en problemas para encontrar trabajo y conseguir comida. El paso del tiempo le borró la angustia, la pena y lo hizo morir de la peor manera: como un parlanchín de un optimismo narcótico que lo llevó a decir frases como “la vida es maravillosa si no se le tiene miedo” o “hay que tener fe en uno mismo, ahí reside el secreto” o “La vida es una obra de teatro que no permite ensayos… vive intensamente antes que el telón baje y la obra termine sin aplausos”. En una entrevista junto a su pequeño hijo ante el estreno de “A King in New York” (1957), la periodista le pregunta: –¿cómo definirías tu comedia?. El viejo Chaplin responde: –siempre intenté hacer lo mejor. Tal vez esa sea la diferencia, Chaplin siempre intentó hacer lo mejor. Keaton sólo hizo lo que pudo, lo que le salía. Cuando escuchamos al viejo Chaplin extrañamos el silencio de Keaton. Su ilimitado silencio. A Keaton el paso del tiempo lo demolió y encarnizó su cuerpo. El tiempo dejó al desnudo su rostro anguloso, áspero, indefenso, sus parpados caídos, su mirada perdida. Ante la muerte siguió siendo él mismo, cerrado en su silencio, devoto de su desesperación sin palabras. Como me dijo una amiga, “yo creo que antes que Welles el kafkiano es Keaton. El Kafka de sus novelas. Un hombre que quiere hacer su trabajo, cumplir su misión, pero no entiende los sistemas que rigen el mundo y calla”. –Como Gregorio Samsa– dije yo. El hombre que no grita, se vuelve un insecto porque no grita. Y cada muestra de silencio perpetúa su metamorfosis hasta volverlo real e irreversible.



Comentarios

  1. Alguien debería escribir alguna vez una nota sobre Buster Keaton y las mujeres. ¿No es el más encantador de los galanes? Las mujeres de sus films son siempre arrebatadas, valientes, despeinadas, invariablemente dotadas de más brío que su admirador. Y, lejos de ponerse en un lugar de masculinidad exacerbada (cosa en la que, por momentos, caen otros cómicos del slapstick), ellas siempre están junto a él, codo a codo, contra las inclemencias.
    El final de Navigator, en la que ella rema usando a Buster (vestido de buzo) como balsa debería darse en las clases de estudios de género destinados a hombres.

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  2. Buenísimo el artículo.
    En la foto parece Lemmy Caution (¿engripado?).

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    1. Bueno, Keaton siempre quiso ser un detective, pero del SXIX

      https://www.cultura.laplata.gob.ar/sites/default/files/styles/slideshow_inicio/public/actividades/2019/julio/cine-y-audiovisual/sherlock-jr-el-navegante.jpg?itok=DFq7_OPS

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    2. Tal Cual! Además, recién ahora caigo que la foto es de 1965: el año de la ciudad Alpha...Elemental!

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  3. Como Chaplinista confeso solo quiero dejar asentado acá que Sir Charles vivió 20 años en el exilio luego de ser deportado por el Comité de Actividades Antiamericanas, y no precisamente por soltar frases de autoayuda.

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