Más sobre Antonioni - Rafael Filippelli



¿Qué diferencia hay entre cómo usa la música de Giovanni Fusco Antonioni y Hitchcock las de sus músicos? Ninguna. Simplemente que la complejidad de la música de Fusco nos hace parecer lo contrario. Se sabe. Todo el cine es un fenómeno visual. Dicho de otro modo, en el cine también lo que se oye es visual. Todos los elementos del sonido (palabras, ruidos, músicas, aún entrando en rivalidad, siempre lo percibimos como un todo. Entonces, si la cuestión radica en el campo visual, y no se puede ignorar al fuera de campo sonoro, que también es visual, los ruidos de las sirenas, de lo que en los títulos del film aparecen como“música electrónica”, configuran una nueva forma de poblar el campo sonoro-visual.

Como es obvio, no fue el cine sonoro el que inventó el fuera de campo. Sin embargo fue el que lo pobló de manera definitiva. Tengo la impresión de que Antonioni, se lo haya propuesto o no, lleva la cuestión a un lugar sin retorno. La aparición del cine sonoro no sólo completa el cine sino que modifica sus posibilidades expresivas. De esta manera, la música pierde su omnipotencia descriptiva, cesa de verlo todo, se vuelve dudosa, insegura y ambigua, porque ha roto su dependencia con la imagen visual.

Dejemos la cuestión del sonido y pasemos a las imágenes. En cualquier clase de “Dirección”, en cualquier escuela de cine, se diría que el teleobjetivo detiene, achata, que modifica el tiempo en relación contraria a lo que hace el angular. Y es cierto. Ahora bien, ¿eso es todo?. ¿Es el motivo por el cual lo usa Antonioni en “El desierto rojo?”. ¿O tendrá que ver con lo que ya dije y él llama un drama óptico? ¿Pero porque un drama óptico se lleva mejor con una lente que pone en crisis el campo focal?. Al menos yo, no tengo dudas: porque desrealiza, porque convierte todo en una cuestión ambigua. 

¿Se podría lograr lo mismo hoy que se filmaría en lo que (calculo que sin mala intención) se llama cine digital?. Hoy que la definición focal está en el puesto de mando estético. No me suena. Digo esto porque cuando veo las películas actuales los planos están más en foco que en la realidad. Dicho de otro modo, la realidad es ante mis ojos más ambigua, más imperfecta que el registro del cine digital. Y sí, hay un cierto ideal de perfección abstracto que empuja a la imagen a una suerte de mandato autoritario y no reflexivo.

Para terminar, me digo algo a mí, no a un probable y eventual lector. Prometo no volver a escribir más sobre Michelangelo Antonioni, a quien sin proponérmelo, cuando hacia películas copié de manera inmoderada.

En el año 1961, a los veintidós años, filmé mi primer corto. Su título era “Porque hoy es sábado” y no se lo había puesto por el famoso poema de Vinicius De Moraes. Ese poema fue escrito algunos años después. Sólo por pudor no contaré una tardía conversación con el gran poeta brasilero.

De lo que sí no tengo pudor es de contar mis torpezas. En ese momento declaré que con ese corto había querido unir el paso del tiempo de Antonioni con los cortes discontinuos de Godard. Cuanta tontería junta.


La cúpula construida por Dante Bini para Antonioni y Monica Vitti

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