Do not go gentle into that good night - Mariano Llinás





La generalización del tendido eléctrico en las grandes ciudades a fines del Siglo XIX (que al poco tiempo se extendería a las poblaciones de campo, y aún a los rincones más inaccesibles del planeta) sería el último eslabón, la Batalla Final de una guerra tan vieja como la humanidad misma: la noche avanzando sobre el día, la sombra avanzando inexorable sobre las cosas de la luz. Esa frontera que durante infinidad de siglos rigió la actividad y el pensamiento humano de repente apareció como fútil: de repente, al caer el sol, se encienden las luces y todo sigue igual que antes. La famosa frase con la que Goethe definiera al crepúsculo, "Alles nahe werde fern" (Todo lo cercano se aleja) se vuelve, de un día para el otro, una exageración o una metáfora: simplemente hay que encender la luz y las cosas vuelven. 

Este fenómeno tan simple tiene una consecuencia sorprendente: convertir al hecho de hacer cine en una extraña tarea atávica y-hasta donde me permite asegurarlo un rápido repaso mental por los demás oficios- única. Que yo sepa, es la única práctica que todavía ensaya un combate diario con la luz del sol. “Se nos va la luz”, se oye en cada rodaje, y esa amenaza genera una milenaria preocupación: la llegada de la noche implica efectivamente el fin de algo, que no puede resolverse con la ayuda de filamentos electrónicos que acaso sirvan apenas para recoger las cosas en la penumbra, cuando la sombra ha ganado la partida y todo el mundo tiene que irse. “Se nos va la luz”. La luz se va, la luz cambia y arruina o bendice las imágenes, la luz reasume su trono de deidad veleidosa y hace con los cineastas lo que quiere: con su trabajo, con lo que han imaginado para su trabajo, con la dramática materia de la que está hecho su trabajo. Alguien, alguna vez, ha pergeñado el epigrama “Esculpir en el tiempo”, y ha bautizado con ello a un libro. ¿Qué lugar ocupa la luz en esa proposición? ¿El cincel? ¿Las piezas de mármol que caen, descartadas? ¿La luz -y no el inasible tiempo -son el mármol mismo?

Allí vamos, entonces, casi como antiguos sacerdotes. Somos los únicos para quienes la invención del fuego tiene una importancia relativa. Necesitamos el día, como el barco a vela necesita el viento, y eso hace de nuestra aventura algo más gozoso. El cazador que debe salir del bosque porque los lobos han comenzado a merodear, el militar que debe lanzar su carga a tiempo porque el enemigo aprovechará la oscuridad para huir o para profundizar su matanza, el peregrino a quien la luna puede engañar y desviar del sendero llevándolo al abismo o a la ciénaga, todos ellos sobreviven en nosotros, y nada más que en nosotros.

"Rage, rage against the dying of the light"



Comentarios

  1. De ahí la recurrencia del vampiro como motivo.
    ¿La primera película de Lumiére (!!!) no transcurre a la salida de una fábrica? El origen es el final de una jornada.
    El nine to five es solar.

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