The sun also rises - Rafael Filippelli




A fines de la década de 1950, Henry King, un mediocre director de cine, filmó "The sun also rises" (en español se llamó "Fiesta"), con Ava Gardner, Tyrone Power y Errol Flynn. Al director le debían haber gustado Hemingway y Ava Gardner porque algunos años antes había filmado "The Snows of Kilimanjaro", donde Gardner era la actriz principal. No sé qué pensaría el autor de ambas novelas, que en 1918 participó de la guerra como voluntario de la Cruz Roja cuando fue herido en una pierna mientras colaboraba con las tropas italianas. Algunos soldados murieron cerca de él y fue trasladado a un hospital donde fue atendido por una enfermera: Agnes von Kurowsky. O sea Brett. Brett y Jake que algunos años más tarde son junto a Cohn, Bill, Mike, los personajes de una era de norteamericanos en París que, junto a las improvisaciones del jazz, el idioma literario parecía depender de una suerte de azar objetivo. Años después de ser herido inventa la historia de amor entre Jake Barnes y Brett Ashlet. La diferencia es que la herida de guerra no es en una pierna sino en un lugar que lo convierte en impotente. Hasta ahí la novela se llamaba “Fiesta”. Había descubierto que la sensación de tristeza es mayor al describir un charco en el que se refleja la luna que a decir que un personaje está triste. Sin embargo, sus maestros, se vieron defraudados. Frente a las novelas sin acción de Gertude Stein y la poesía hermética de Ezra Pound, de quienes, sin embargo, recibió un gran rigor linguístico, parecía una suerte de populista.

Quiso forjarse una imagen de un escritor antiintelectual. “Todo el mundo lo recuerda esquiando en Suiza pero nadie lo imagina leyendo los diecisiete volúmenes de Turguenev, que sabemos que pasaron por sus manos”.
La novela está narrada en primera persona; en la primera persona de Jake Barnes. Y, sin embargo, uno no lo siente así. Lo que pasa es que la novela americana de comienzos del siglo veinte, no sólo Hemingway, Dos Passos, Steinbeck, Scott Fitzgerald, (desde ya no Faulkner) también podría pensarse como una respuesta a las vanguardias europeas de algunos pocos años antes. Hemingway, para construir un personaje recurre sólo a los actos y diálogos que el narrador en primera persona pone de manifiesto. No hay fluir de la conciencia ni monólogos interiores, salvo en muy contados momentos. “Es facilísimo sentirse duro como una piedra ante cualquier circunstancia durante el día, pero por la noche es otra cosa”. En realidad es una suerte de objetivista avant la tettre. Hemingway puede escribir, “ella salió dispuesta a…” y nunca “me di cuenta de que ella salió dispuesta a….”. Dije objetivista y, en realidad, parece más bien un fenomenólogo y, tal vez de ahí, la admiración que Sartre tuvo por su narrativa. La ruptura con el subjetivismo extremo de Virginia Wolf y con el naturalismo joyciano.

Diría Sartre: “primera persona y presente”. En ese caso: ¿Dónde termina la embestida del león frente a su cazador?

Tal vez continuará….


Comentarios

Entradas populares