MUNDOS PARALELOS - Juan Villegas





Vivo en dos mundos paralelos, opuestos y simultáneos. En uno soy productor y director de películas que necesitan del INCAA, de los sindicatos, de bastante plata, de equipos de más de treinta personas, de luces, generadores, fondos internacionales, vendedores internacionales, inversores, prestamistas, abogados, contadores, productores ejecutivos, directores de arte, ambientadores, utileros, asistente de dirección, segundo asistente de dirección, tercer asistente de dirección, meritorio de dirección… En el otro, doy clases a alumnos a los que les propongo filmar con lo que tienen a mano, con lo más inmediato, acercarse al desafío del cine con la misma libertad y arrojo con el de alguien que se propone escribir un poema una noche de insomnio o del que inventa una canción sentado en el piso del patio con una guitarra sobre las piernas. Yo sé que la aventura, el placer y el coraje se pueden encontrar tanto en una como en la otra forma de hacer cine. Y también en ambas podemos encontrar la cobardía, la mediocridad y la pereza. Pero esta cuarentena me hizo hizo sospechar que tal vez el cine entendido como un arte casero y artesanal tenga más futuro que el otro. Al menos, es seguro que tiene más presente. Estoy disfrutando mis clases de dirección tal vez más que nunca. No sé si los trabajos que traen los alumnos sean mejores que los de años anteriores, pero estoy admirado de sus ganas de filmar y experimentar. Supongo que ese impulso tiene que ver con el hecho de estar encerrados todo el día. Pero lo que hace que las clases me gusten tanto es que me hacen olvidar, al menos por unas horas, mi otro mundo, en el que la otra aventura, la de filmar películas falsamente industriales se ha vuelto imposible hasta no se sabe cuando. En ese mundo, el del cine profesional, percibo la tristeza, la bronca, la queja y la preocupación. Y también algo de resignación. Hay mucha gente sin trabajo, sin una perspectiva clara hacia el futuro. Hay técnicos y actores que dependen económicamente de una actividad que está paralizada. Y productoras que no pueden sostener sus estructuras. La situación es grave. Nada que no esté pasando en otras actividades, también muy afectadas por la pandemia, pero que no por eso haya que dejar de señalarlo. 

Hace unos días, Mariano Llinás publicó este texto en la Revista "Crisis". Es una mirada polémica e incómoda sobre el estado del cine argentino, pero sobre todo yo lo leo como un llamado de atención, una mirada honesta sobre una realidad que la cuarentena puso en evidencia de una manera brutal. Hay mucha gente que se va a molestar con esta nota, por el contexto de crisis e incertidumbre. Lo que sería bueno que se entienda es que lo que Llinás está planteando es que el esquema que sostiene al cine argentino, y lo viene haciendo desde hace décadas, es muy endeble y artificial. La idea de la industria del cine es una falsedad en las que nos conviene creer, para seguir sobreviviendo, mientras dura la ficción; pero que es urgente hacer algo para renovar el funcionamiento de instituciones, incluyendo nuevas formas de financiamiento público y de gestión. Muchos se enojarán con Llinás, en el que encontrarán un chivo expiatorio para expresar su malestar, su justificado malestar. 

Y vuelvo a pensar en mis alumnos, en mi otro mundo. Frente a cada trabajo de cada alumno, sea bueno o malo, se me ocurren siempre variantes de películas posibles: una contada desde el punto de vista de un gato, que observa como a su alrededor algo terrible está pasando entre los humanos, algo que el pobre gato no puede comprender; otra compuesta solo por planos de las manchas y roturas que se acumulan en una casa y ya nunca vemos, porque están siempre ahí y ya son parte de nuestra cotidianidad; otra que sea el retrato de alguien que ve una película por día y que la forma en que está filmado cada uno de esos días (y lo que hace el personaje cada día) esté sutilmente influenciado por la película que ve; otra que repita el recorrido de un personaje desde su casa hasta el supermercado y el regreso, una y otra vez, con las mismas puestas de cámara y encuadre, a lo largo de varios días, para ir mostrando como cambia el comportamiento de la gente en la calle durante la cuarentena. No sé si son grandes ideas, pero al menos son ideas. Y el cine está vivo ahí.

Yo me pregunto: ¿por qué el INCAA no lanzó concursos para producir cortos o películas en cuarentena, respetando los protocolos santiarios de aislamiento? ¿No sería una forma genuina de generar producciones económicas y urgentes, que al mismo tiempo den trabajo a técnicos y actores? ¿Por qué no lo hizo al menos para productoras de regiones que casi no tienen casos de Covid-19 y en las que se podría filmar con equipos reducidos? ¿Por qué, si el INCAA no lo propuso, tampoco surgió una propuesta de ese tipo desde las entidades, de directores, técnicos, actores y productores?


Hiroshi Sugimoto


Comentarios

  1. Hola Juan. Soy Elena, de Mar del Plata. Me gusta tu reflexión. "Por qué no lo hace, por ejemplo, el Inca?" Es cierto, esta cuarentena hace que nos esté costando arrancar con algunas cosas. Pensaba que personas capaces de una reflexión como la tuya hacen más falta, y se tienen que meter. Metete, hacé ruido, tocá puertas, "molestá", escribí el protocolo que ya estás imaginando en tu cabeza, hacelo... Con el tiempo que llevo como docente, aprendí que los alumnos me refrescan eso todo el tiempo: nadie hace por nosotros. Apoyate en tu gente y hacé hasta que te digan que no, que los que no quieren cambiar queden en evidencia... Gracias por la nota.

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    1. Gracias elena por tu respuesta. Lo estoy haciendo. Reclamo desde los espacios que puedo y me corresponden. Lo que me llama más la atención es el silencio, que se discuta tan poco, que no haya debate. Veo una inercia negativa.

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  2. Yo, por mi parte, agradezco a Juan por continuar reflexionando: es lo único que uno espera cuando intenta abrir un debate. A decir verdad, a mí también me llegó cierto runrún de que había muchas personas "enojadas" con el artículo en cuestión. Confieso que el asunto me desconcierta ¿Quién puede enojarse con un escrito que simplemente señala un problema, que puede generar aún más deterioro en la ya castigada industria audiovisual? ¿Habrán leído el artículo esos malhumorados? ¿O acaso simplemente les molesta que tal articulo exista? En cualquiera de los dos casos ¿Qué esperan para dar a conocer sus opiniones y sus silogismos, en lugar de mascullar en la sombra un rencor que, como sugiere Villegas, acaso merezca un mejor destino?

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