Acerca del gusto - Rafael Filippelli
Hace mucho tiempo que aprendí que no todo lo que es muy bueno en las cuestiones del arte me tiene necesariamente que gustar.
Por ejemplo, a mí Buñuel no me gusta nada. Ni el período español, mucho menos el mexicano. Tal vez puedo rescatar algunas cosas a partir de su encuentro con Carrière, que lo civilizó un poco. Ahora bien, si me preguntan, diría que, sin embargo, es un gran cineasta e incluso que tiene algo de genial.
Cuando yo vivía en México y Buñuel también, a él le hicieron un homenaje y a mí no. No recuerdo exactamente el año pero digamos que fue en 1979. Se hizo en Bella Artes, que viene a ser una suerte de nuestro Teatro Colón. Estaba repleto. Buñuel salió desde bambalinas y se paró frente al micrófono que estaba esperándolo en el centro y borde del escenario para que pudiera hablar. Los aplausos arreciaban y él se alejaba y acercaba al micrófono dando la impresión que esperaba silencio para poder hablar. No era así. Se trataba de un nuevo gesto suyo. Cuando todos hicieron silencio, se sonrió, se dio media vuelta y se fue sin decir ni siquiera “muchas gracias”
Sin embargo hay cuestiones que no son así. En el año 1985, en el MOMA de New York, estábamos parados cuatro amigos frente a un cuadro de Francis Bacon. Todos guardábamos silencio y uno de ellos dijo, “A mí no me gusta”, a lo que otro respondió, “Mirálo hasta que te guste”. La frase, hermosa, intolerante y atractiva, no modifica mi idea inicial. Hoy estoy en condiciones de corregirla: te puede no gustar algo que es bueno, a condición de no ser grosero y creer que en cuestiones de gusto no hay nada escrito. ¿Qué hacemos entonces con la estética?
Cada uno de nosotros define sus gustos a partir de ciertas decisiones tomadas a priori. A los que preferíamos que el cine, menos que narrar, más bien debía observar y a la mayor distancia posible, nos gustaba Antonioni. A los que preferían una narración articulada y su consecuente progresión dramática, les gustaba Visconti. A los que coincidían que el cine era un acto de amor y de goce les gustaba Truffaut y a los que pensábamos que era una tragedia nos gustaba Godard. A los que necesitan que haya “gracia” no comulgan con Tarkovsky. Eso no quiere decir que no lo respeten. En fin, se podría abundar en ejemplos.
Lo que quiero decir es que el gusto no es una cuestión tan sencilla sino que, por el contrario, está signada por cuestiones previas que a veces ni nosotros sabemos dónde está el origen.
¿Y Fellini no está en esa lista de preferencias o disidencias de ayer? ¿O debemos asumir, parafraseando al General Perón, que "fellinianos éramos todos"?
ResponderBorrarPara un felliniano no hay nada mejor que otro felliniano...
BorrarBuenas tardes. Miren, yo no sé ni una millonésima parte de todo lo que sabe Filipelli y todos ustedes pero a mi me gusta Antonioni.
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