Las discusiones III - Nicolás Prividera

Estimado Rafael:

No puedo sino ser amigable con el director de “Hay unos tipos abajo” (una de esas películas de los 80 que desmienten que todo el cine de esa década fuera malo), pero también debo ser considerado con el de “Música nocturna”, así como respeto al Fischerman de “La pieza de Franz” y “Las puertitas del Sr López”, aunque parezcan dos cineastas distintos. Creo que hay que entender (y entedernos en) ese diálogo a veces ríspido entre tiempos o espacios inconmensurables.

Por lo demás, los temas siempre se repiten, cruzan, y vuelven a empezar, así que me parece bien si quiere acompañarlos con algo de jazz.

Yo he hecho de la defraudación (en el sentido vital y no penal del término, claro) una escuela, así que estoy preparado para escuchar que no hay cine (o un arte) de izquierda… Pero usted mismo luego aclara que “todavía queden resabios de lo que supimos llamar cultura socialista”, haciendo una distinción.

(Y aquí debo hacer una breve digresión: Le confieso que estoy embarcado en una investigación sobre estas cuestiones, que toca del mismo modo ese “Club de Cultura Socialista”, así que me permitirá refiera y pregunte al respecto, si no ahora luego.)

Entonces, yo diría lo inverso, más que lo contrario: tal vez ya no haya un cine “socialista” (y menos del “realismo socialista”, a dios gracias y por eso en minúsculas), pero sigue existiendo un cine (o un arte, y acaso una cultura) de izquierda.

No sé si “Blues and Politics” es o no de izquierda. Tengo poca formación musical, pero la suficiente como para saber quién es Shostakóvich, por ejemplo. Aclaro, brevemente y para quien sepa menos que yo: el compositor ruso más grande del siglo XX, que hizo de sus sinfonías un diálogo polémico con el estalinismo (o con el Stalin mismo). Digo esto para asumir que hay política hasta en un arte tan aparentemente abstracto como la música (lo remito a los buenos libros de Esteban Buch al respecto, que ya conocerá).

Cuando usted da cuenta de los esfuerzos por ocultar ante sus compañeros de militancia sus gustos cinematográficos, me recuerda a algo parecido (pero una vez más, inverso) que contaba Feinmann (lo cito además porque sé que no es nombre grato aquí, aunque su "Timote" no está tan lejos de "Secuestro y muerte", aunque difieren en algo esencial, que luego hablaremos, espero): decía Feinmann que debía callar que le gustaban los westerns porque sus amigos admiraban a Antonioni…

A mi me gustan (casi) todos, pero seguramente es porque tampoco yo puedo escapar a mi “democrática” época (también volveré en algún momento sobre esas comillas). Pero como este año cumpli medio siglo, puedo decir que soy un hijo de los 70. En más de un sentido, claro.

Pero cuando menciono a las “viejas polémicas intelectuales” no pienso en una época en particular, aunque por una cuestión de cercanía (e hijidad) me interesan, sí, más las que tuvieron lugar entre los años 50 y los 70. Luego en los 80 también las hubo, pero ya no eran las mismas en ningún sentido… Y no lo digo por la violencia que las envolvía (y que las devoró), sino porque se daban hasta el final. Acaso por eso luego no se pudieron o quisieron dar (hay algunos textos de Emilio De Ipola al respecto, que no dejan de sorprenderme).

Pero vamos al cine, “para no abundar”: efectivamente, tampoco (ya) las hay. Y no es que no haya cosas para discutir (así en el cine como en las otras artes), pero creo que al dar por cerrada esa vieja discusión sobre arte y política solo queda la resignación ante que solo la política siga siendo el terreno de pasiones polémicas.

Entonces: yo creo que Revista de cine pretende seguir cierta tradición pero lo hace dejando de lado esas viejas discusiones. Es decir, haciendo una lectura sesgada de esa tradición (no quiero citar a Williams por pudor, estando por ahí Beatriz Sarlo), dando por hecho que ahora solo “se trata de oírse”, como si todo el  tiempo debiéramos evitar caer en aquellos fuegos, como si  nos esperara agazapada la misma violencia…

“Desapareció la idea de totalidad”, pero aún podemos ser adornianos, benjaminianos, gramscianos, etc. Es decir, aun podemos seguir pensando (no solo el cine) desde una tradición de izquierda. Ciertamente eso no “soluciona nada”, al menos si pensamos en las viejas utopías revolucionarias. Pero sin duda ayuda más que entregarse a la idea de que solo nos queda la resignación.

No, no creo que “Secuestro y muerte” sea ‘de derecha’ y las otras 'de izquierda'... No es tan sencillo. Ni las películas ni el modo de pensarlas. Lo que sí creo es que, como films productos de su tiempo, dan cuenta de ciertos estados de situación que los exceden. En ese sentido, “Secuestro...” me parece mucho más interesante, aunque sea la que menos me “guste”. Me parece que condensa toda una serie de tramas, no solo en relación a una mirada sobre los 70, sino a todo lo que aquí venimos discutiendo. Incluyendo Revista de cine…

Pero tampoco yo quisiera extenderme demasiado más que usted, aun cuando en cada párrafo (o en cada línea)  quede abierta una frase que podría derivar en otra conversación… Demasiadas cosas pendientes, ya ve. De eso y no otra cosa hablo.

Abrazo

NP

 
 

Comentarios

  1. PD : Dejo aqui un viejo texto mio sobre "La pieza de Franz", menos para seguir hablando de música y política que para volver sobre la discusión inicial.

    http://www.conlosojosabiertos.com/inconformista-proposito-la-pieza-franz/

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    1. Prividera, ¿cómo va a ser Shostakovich el más grande compositor ruso del siglo XX? ¿Y Stravinsky? ¿O no le perdonás que se haya ido antes de la revolución?

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    2. "Uno de los más grandes" o "el otro más grande" o el "segundo más grande" le parecería mejor...?

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    3. ¿Y Prokofiev? ¡Qué poco Eisenstenianos!

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    4. Hablando de poco eisenstenianos, vamos a seguir hablando solo de música...? Ustedes se escapan mas que Stravinsky.

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  2. Que poco sentido del humor Nicolás. Vos trajiste a Shostakovich! Como ya te comenté en otro posteo: así no vale. Dale, dejemos de hablar de música cuando vos quieras. Como cuando dejamos de hablar de literatura, en otro posteo, cuando habías sido vos el que trajiste a un escritor.

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    1. Si no entiende un chiste el que no tiene humor es usted, evidentemente...
      Lo que no significa que el chiste no tenga relación con el inconsciente (político, dirá Jameson) que campea en estas páginas.
      Pero se lo aclaro, porque veo que hace falta: yo no dije que "déjemos" de hablar de nada, pregunté si solo iban a hablar de música, en virtud de toda la discusión precedente.
      Todavía no sé qué les parece La pieza de Franz, pero seguro me van a hablar del arte de la fuga...

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    2. Disculpe mi falta de sentido del humor, no sabía que lo suyo era un chiste. A mi me encanta "La pieza de Franz". Me gusta mucho que lean un diario como en "Cómo estar muerto/como estar muerto" de Manuel Ferrari o en la canción "Rotativa" de Jorge de la Vega , aunque ahí ya no sé si estoy hablando de música o de pintura....

      Por lo demás, espero no muera de literalidad habiendo tantas comillas de por medio.

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    3. Lo tiene mal el encierro, Z? Bueno, tambien de eso estamos hablando, aunque en este caso no podemos culpar a un virus.

      Veo que además de no tener humor sigue sin tener modales, ni siquiera después de comprobar, como con estas cartas, que se puede disentir sin hacerse el picante.

      Por lo demás, si le "encanta" o no una película, como ya le decía a Moreno, no hay nada que decir. Porque sobre gustos, se sabe, cada cual puede tener el suyo (como opiniones y anatomías, segun refrán que no cito porque dejo ese estilo campero al gusto de Arsenio).

      Lo que sigo sin saber es porque le parece atendible "La pieza de Franz". Porque ahí el diario tiene un papel importante (y esta vez no es un chiste).
      No, ya no sé de qué está hablando. Se ve que lo suyo son las enciclopedias chinas, está vez con gente leyendo el diario.

      En fin: no me someta por favor a otros 35 comentarios. Si quiere escriba una nota que pueda colocar bajo la etiqueta "cine y política" que figura en esta página como entrada posible, aunque por el momento solo contenga estás "discusiones" y una nota de Villegas que no se qué hace en esa etiqueta. Cosas de enciclopedista chino, supongo.

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    4. DAMMNNN Nicolás, la verdad es que con el último párrafo, como si dice, "estuviste". No te voy a someter a nada, no te preocupes. De todas maneras, vos podés abandonar como cuando quieras (¿o no?). De hecho, después de ese párrafo demoledor tuyo, es lo que voy a hacer yo.

      Espero algún día podamos discutir en serio estas cosas (por favor no me retorices esto!). Y dale, ¿"malos modales"?... Yo me banco que escribas que digo pavadas, e incluso que te ofendas y nos trates a todos los que escribimos esta revista de reaccionarios (como mínimo). También que ironices en torno a una boludez que hago para etiquetar unos textos de un blog (¿vas a hacer toda una teoría sobre eso?, podés hacerla sobre la arquitectura predeterminada de este blog o si querés sobre el que escribís vos). Dale, ¿en serio?

      Ya está. Algún día nos cruzaremos en alguna mesa o en alguna cola de una película.

      Un abrazo,

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    5. Bueno Z, esa es la otra estrategia: después de tirar la piedra hacerse el ofendido. Y llevarse la pelota. Pero vaya nomás.

      Pero si, son malos modales tirarme con "Dale, dejemos de hablar de música cuando vos quieras. Como cuando dejamos de hablar de literatura, en otro posteo, cuando habías sido vos el que trajiste a un escritor...", una tergiversación sobre otra, que respondo citando textualmente lo que dije para que me diga luego que "muero de literalidad"...

      "Así no vale", efectivamente, como decias más arriba.

      Yo no "estuve", y mucho menos abandono, salvo cuando ya no soy bienvenido. Porque corresponde que se vaya el invitado, no el anfitrión.

      Si algo hecho aquí y en todas partes es discutir "EN SERIO" estás cosas, mientras antes vos hablabas de juegos.

      Pero yo no me ofendo nunca, Z, a lo sumo me puede molestar que me tomen para la chacota. O me hagan decir lo que no digo, como vos insistis en hacer una y otra vez.

      Yo no dije que todos los que escriben en esta revista son reaccionarios ("como mínimo"??). Si así fuera no podría haber tenido este amable diálogo con Filippelli, que pareciera te molesta.

      Y etiquetar no es una boludez ni una ironía: es parte de la conceptualización que aquí se hace. No hace falta teorizar: hay una etiqueta "cine y política" y mencioné las notas que acoge. Con describir alcanza.

      No veo que tiene que ver con la "arquitectura predeterminada" del blog (???) con esto, salvo una muestra de como tirar la pelota afuera ya sin argumentos.

      Una vez más, como en la nota de los 35 comentarios, me remito al inicial: puse un comentario sobre "La pieza de Franz" (porque vengo mencionando esa película hace rato como ejemplo) y se me contestó con cualquier otra cosa...

      En fin: prefiero las mesas al diálogo de cola de cine, así que dudo que nos crucemos. Porque cines vaya uno a saber cuándo va a haber. Y mesas hay todavía menos, porque nadie quiere discutir nada. Para muestra, los intercambios en estos comentarios y en la nota de Moreno.

      Solo Filippelli se tomó en serio "las discusiones". Mis respetos.

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    6. Hola Nicolás,


      Probablemente ya te diste cuenta, pero no es mi propósito continuar con este intercambio (como ya dijiste en su momento, llamarle "discusión" sería hasta pretencioso). Simplemente no quería dejar de mencionar algunas cosas.

      Vos, como mencionaste en otro texto de este blog, tenés tu caballito de batalla. Caballito que vas llevando de texto en texto, de blog en blog. Como ya te dije en su momento, al caballito de tanto andar lo veo un poco cansado (no a vos, claro, como demuestran estas intervenciones). Me decís que vas a sacar un segundo tomo de tu libro. Quizás ahí hagas tu palinodia. Tal vez sea momento, como Pasolini en "Apuntes para una Orestiada Africana" de cuestionar(se) el modo de intervención. Yo entiendo tu cuestionamiento e incluso, por momentos, me interesa. Pero, como también ya te comenté, no parece pertinente aplicarlo a todo y todas las obras por igual. "Cada contenido encuentra su técnica".

      Te voy a contar algo que probablemente no te importe, pero acá estamos. Recuerdo cuando en mis épocas de estudiante había hecho un cortometraje llamado "El fusilamiento de Dorrego". En él, tenía la peregrina idea de realizar la película perdida de Mario Gallo en las locaciones originales donde había sido realizada. Llevé a un grupo de amigos que se disfrazaron de soldados, un profesor mío de Dorrego y otro de Lavalle que lo terminaba asesinando en la esquina de Corrientes y Uruguay. En el medio, cines convertidos en iglesias evangélicas, música de Falú y textos de Birri que discutían con fragmentos de "The Players vs Ángeles caídos". Mirá si no me voy a tomar los juegos en serio. En ese momento "La posibilidad de destruir todo, la posibilidad de empezar de nuevo", era mi caballito de batalla. Para esa época, con el profesor que había hecho del fusilado, participé de una película de él. Una remake de la película "Safo" de Christensen. La hicimos en las vísperas de la explosión del 2001, entre marchas de orgullo, fiestas electrónicas y elenco rotativo de actores y actrices. Yo monté varios fragmentos, fui una de las cámaras e incluso actué!. Ahora esa película cumple casi 20 años (casi la misma edad que tenía en aquel momento) y probablemente no haya ningún libro sobre cine argentino que hable de ella. Con el tiempo, me fue interesando otra manera de pensar y hacer el cine. Quizás por las películas que vi, quizás porque ya había hecho y ahora quería hacer otra cosa. No lo sé y tampoco me arrepiento. Ese era mi caballito de batalla.

      Realmente me alegra que hayas encontrado a alguien como Rafael para discutir. ¿Viste que no todos en el staff de la revista decimos, pensamos, escribimos y somos lo mismo? En este y en otros intercambios siempre me atrajo el interés y placer por el debate de ideas, pero rápidamente me vi dentro de un loop cansador e irritante. Pero probablemente haya sido un problema mío: al ver tus ironías, chistes y chicanas, debería haber abandonado. Y no, intenté jugar ese mismo nuevo juego (de ironías, chicanas y chistes), para encontrarme con respuestas como que no tengo modales.

      Vos me dirás que nunca jugaste ese juego, que nunca chicaneaste, ironizaste ni hiciste ningún chiste. Yo te diré que sí, quizás cite algun que otro ejemplo y vos me responderás rápidamente que si yo leo eso como un chiste, o una ironía, eso habla más de mi que de vos y que por qué no hablamos de cine que aún no respondimos tu pregunta... Y así...

      Seguirás pensando que no tengo modales, que tergiverso todo y que mis textos son ligeros. Yo, simplemente que no leíste más que el número 1 de Revista de cine y algunos posteos de este blog. Y que, no es un chiste, espero con ansias ese segundo tomo del país del cine, a ver si con un país cambiado, el cine cambia o tienen que cambiar los críticos.

      Un abrazo,

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  3. Zukerfeld, con el respeto que profeso hacia tu persona, estás demostrando mucha bajeza con estos comentarios y los de la nota de Moreno. Y empiezo a pensar que es porque no estás a la altura de la discusión, algo que tus películas hasta el momento ya daban cuenta, pero no tu capacidad crítica.

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  4. Z,

    No es tu "propósito continuar con este intercambio" pero aquí estás, una vez más contradiciendote. Cosa tuya, pero como volvés a tergiversar mis palabras, aquí prosigo. Espero no tener que hacerlo más, porque -efectivamente- esto hace rato no es una discusión, sino una aclaración permanente para que mi silencio no otorgue.

    Como no podía ser de otro modo, ya empezas mal, citando una frase mía de otro posteo donde al latiguillo "caballito de batalla" seguía la palabra "lamentablemente". Porque yo, ya creo que a diferencia tuya, no disfruto batallando ni a caballito.
    Y no lo voy "llevando de texto en texto, de blog en blog": simplemente escribo incansablemente, y por suerte no solo en lugares que me son cómodos ni amigables. Pero esos lugares de un modo u otro me han acogido, e incluso a veces me han invitado, porque entienden que la discusión es pertinente y no la eluden ni la ensucian.
    Las discusiones no me cansan, no, pero si me cansan los que no saben discutir, y en lugar de eso pretenden atacar con malas artes.
    Sos vos el que haces una y otra vez tu palinodia, entre otras retóricas insustanciales. Así que tal parece que quién debería "cuestionar(se) el modo de intervención" sos vos.

    Si como retóricamente concedes entendieras mi cuestionamiento y ("por momentos"), te interesara, me harías el favor de no seguir diciendo que no se puede "aplicarlo a todo y todas las obras por igual". Porque se puede (como toda teoría y práctica), pero no de ese modo tan simplista.

    No vi tu "fusilamiento de Dorrego" como para saber si " tomas los juegos en serio", pero dudo que alcance un corto para creer y luego abjurar de "la posibilidad de destruir todo, la posibilidad de empezar de nuevo", aunque sospecho que en tus películas posteriores ya dejaste de lado esa ilusión.

    No sé de que peliculas argentinas hablaran los libros del futuro, pero ciertamente suelen ser injustos (yo estoy en un par, por ejemplo). Así que ese no debería ser aliciente o frustración para no hacer lo que uno cree que deba hacer, si es que se es honesto y no se busca algún lugar confortable.
    Algunos seguirán con su proyecto inicial, otros lo irán cambiando por horizontes mejores o peores. Lo que no se es que sería "otra manera de pensar y hacer el cine" si uno no cree en la posibilidad de lo nuevo.

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    1. Yo agradezco la deferencia de Filippelli para discutir amablemente, pero no ando buscando (como esos guapos de cuento) con quién medirme. Simplemente creo que la discusión, como el pensar, es parte del hacer. Y eso entendí que se proponía está Revista...

      Así que no, nunca pensé (otra tergiversación y van...) que "todos en el staff de la revista decimos, pensamos, escribimos y somos lo mismo". Sos vos el que empezó a usar el plural en la nota de Moreno. Y como ya te dije ahí lo que si es innegable es la comunidad que toda revista como esta supone. Lo que no significa que no haya diferencias y matices. Por ejemplo generacionales, como es evidente en el caso de Filippelli. O por un honesto afán de discutir desde posiciones distantes (más para acercarse que por acercarlas), como con Llinás.

      En fin: Si a uno tiene "interés y placer por el debate de ideas", trata entonces de no alimentar ese pero "loop cansador e irritante", cómo hiciste en la nota de Moreno y mucho más rápidamente aquí. "Ironías, chistes y chicanas" te sobraron, yo apenas si puedo soltarlos en medio de argumentaciones que tratan de atender a lo que el otro dice, tan respetuosamente que lo cito profusamente entre comillas para no tergiversar sus palabras...

      Y si: "no hablamos de cine y aún no respondimos tu pregunta". Basta ver mis sencillos comentarios al inicio de cada ristra de respuestas.

      Yo en cambio aqui estoy, respondiendo hasta días después de que habías abandonado. Y leí más que "el
      número 1 de Revista de cine y algunos posteos de este blog", cosa que dudo hayas hecho vos con textos míos o del sitio en que suelo escribir. No es queja porque francamente no me importa. Lo que no deja de resultarme irónico es que una de las únicas películas argentinas abordadas en ese número fundacional fuera una mia, aunque todavía siga preguntándome si era a favor o en contra... (chiste: obvio que era en contra, aunque la nota hacia lo posible por ser inteligible).

      Ya fue, Z.

      Con tu ironía final (repetida) sobre un libro que ni siquiera está publicado, dejas tu última verdad invertida: porque si con un país cambiado el cine no cambia, efectivamente tienen que cambiar los críticos además del cine... Pero dudo que sea tu caso, en cualquier condición. Me parece que ya diste todo lo que podías dar.
      Como en este intercambio

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  5. Ahora entiendo, Z.

    Pude ver la reversión de “Safo” en YouTube. No sé por qué no lo nombras a Goyo Anchou, pero entiendo que aquí hay todo un tema con los nombres (como en esa sugestiva escena de “Secuestro y muerte”). Difícil que algún libro de cine hable de ella si no se mencionan nombres y recién ahora se puede acceder a la película. Yo hablaría con gusto, por la película misma y porque por lo que vos mismo contás es una de esas subtramas ocultas de la Fuc. Me pregunto si la Fuc la considerará parte de su historia (oficial). Pero sospecho que no, por los mismos motivos por lo que vos debés abjurar de ella o de tu corto (que tampoco encuentro en YouTube, aunque hay varios tuyos).

    Ahora entiendo eso de “con el tiempo, me fue interesando otra manera de pensar y hacer el cine”. No quedaba claro cuál era esa manera. Tuve que encontrar las palabras de Anchou para entenderlo. Las comparto:

    “Era la primavera del 2001, el país era una olla a presión, y un grupo de chicos y chicas de la escuela de cine más ‘cheta’ de la ciudad nos despojábamos de nuestros privilegios técnicos y salíamos a deconstruir un relato clásico en medio de los últimos fulgores de la noche porteña. SAFO, la remake draga del clásico con Mecha Ortiz, parece una bizarreada hecha entre amigos, pero no lo es. Es el fruto de un debate bastante intenso que tuvimos en la FUC, durante mis años de docencia, acerca de la necesidad de una reformulación profunda del lenguaje audiovisual, en función tanto de nuestra tradición estética, como de las circunstancias de producción y las necesidades políticas. Esto no podía realizarse sino mediante la ‘abjuración de la técnica”, que yo había abrazado con entusiasmo cuando en mis cortometrajes de juventud barnizaba de glamour mis primeras experiencias sexuales, pero que ahora no parecía sino una gran careteada frente a las discusiones que habíamos comenzado a tener alrededor del ‘cine guerrilla’. El único aporte original, habíamos llegado a la conclusión, de nuestro continente al cine universal. El cine guerrilla, originado en los márgenes paupérrimos de la revolución cubana o de la clandestinidad política argentina, permitía hacer cine sin tener que pedir permiso al capital -y que luego fuera apropiado (robado) por la maquinaria norteamericana, invertido su sentido y devuelto en forma de videoclips- o como apenas una manera económica de hacer películas de género y ahorrar márgenes de ganancia. Qué irónico resultaba que, en el origen de la omnipresencia de un tan ególatra, tan técnicamente perfecto videoclip de Madonna se encontrara el más que precario Now, de Santiago Alvarez (hecho apenas con recortes de imágenes periodísticas, con la pobreza de su producción, pero con el nobilísimo propósito de despertar la rebelión de las masas negras de USA). ‘Una técnica perfecta es inmoral en un mundo imperfecto’ nos reasegurábamos como un mantra, mientras nos lanzábamos a las calles a destruir el lenguaje a golpes de realidad”.

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    1. Efectivamente, la posibilidad de destruir todo, la posibilidad de empezar de nuevo" es el caballito de batalla de cualquier vanguardia. Pero también de cualquier inconformista, aunque el tiempo de las vanguardias (estéticas y políticas) parezca haber pasado. Algo de eso late por ejemplo en el cine de Christoph Schlingensief, cuya estética trash dialoga perfectamente con “Safo” (e incluso más con una película reciente como “Malvineitor”, acaso la película más desafiante del cine argentino de la última década, justamente porque presupone el gesto de desprecio que pondrías si la ves).

      Supongo que Goyo ya no está en la Fuc. Me pregunto cómo habrán sido sus clases, o las de Polaco, y que huella habrán dejado… Pero si vos fuiste su alumno y quien da ahora cátedra, me puedo hacer una idea. Creo que te cansaste de la batalla, más que del caballito. Acaso por eso te moleste encontrarte con alguno que aún reivindica ciertas discusiones, que solo están muertas cuando se deja de darlas. Le pasa a muchos “ex guerrilleros”…

      A partir de ahí, todo es burla y cinismo, porque se ven en el espejo y no les gusta lo que ven. Quieren que todos dejemos de hablar de esas batallas perdidas, porque no les basta con haber dejado sus viejas ideas: quieren que todos hagamos una palinodia.

      Pero no la hace Pasolini en "Apuntes para una Orestíada Africana", como sugeríste: hasta tiene la osadía (hoy impensable) de discutir sobre África con los estudiantes negros a los que les pasa esos fragmentos que la película rescata y reivindica.

      Lo que no significa que no se puedan hacer otras cosas y tener otras ideas, claro. Lo extraño, como ya dije, es creer que hay "otra manera de pensar y hacer el cine" si uno no cree en la posibilidad de lo nuevo… Pero se entiende viendo tus cortos (el largo me lo perdí). Pasaste del pastiche al facsímil, digamos. De las fiestas electrónicas a las fiestas lacónicas. Se podría hacer una lista de cortos y largos salidos de la factoria Fuc desde “A propósito de Buenos Aires” que repiten la misma falta de tensión, los mismos paseos, el mismo minimalismo juvenilista (aunque la tensión siga en las calles, aunque haya otra ciudad y personajes posibles, y aunque la juventud haya quedado atrás...)

      "Cada contenido encuentra su técnica". Ojalá. Porque esta repetición obedece a ese mismo contenido, pero también a una técnica que hace todo lo posible por escapar de ciertos contenidos... Para volver otra vez a mi comentario inicial, aquí y en la nota de Moreno, y cerrar la cuestión.

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  6. Permítanme presentarme, soy Goyo Anchou. Y si nadie cuenta mi historia, la voy a resumir en pocas palabras. Fui alumno fundacional de la Fuc, cuando todavía había una F de fundación en su nombre. Practiqué, en sus primeras temporadas, el culto a Filipelli, y creo haber sido también uno de sus primeros apóstatas. Fui el primer ex alumno en pararse delante de una cursada, para dar clases de manera regular. Recuerdo claramente a Manuel venir a felicitarme por esto, ya que avisoraba que así él podría cimentar el futuro de la escuela. Aprendí más como profesor que como alumno y me emborraché con mi popularidad.

    Los lineamientos de mis clases fueron la evidenciación de las circunstancias de producción como fundamento de la propuesta estética, tanto en función del análisis histórico, como de la generación de formas nuevas, también la necesidad de independizar la crítica de un circuito de institucionalización de matriz colonial, centrado en la legitimación de los foros del prestigio europeo, y la búsqueda artística de un lenguaje funcional a la superación de las tensiones internas de nuestra realidad.

    Safo fue una aplicación práctica de esto. No cambió a la Fuc, pero me cambió a mí. Cuando desde la cátedra en que trabajaba me forzaron, luego de la temperatura política que habían desarrollado nuestros debates, a reemplazar los temas del cine guerrilla y las estéticas insurgentes, por el análisis de un texto de Tarcovsky (piénsenlo un momento: un sólo texto de Tarcovsky para toda la cursada, luego de creer haber encontrado la razón misma de nuestra práctica del cine), no vi otra alternativa que la de irme. Y lo hice de mala manera.

    Me quedé en el Incaa, en el Festival de Mar del Plata, donde me hice de enemigos más poderosos, porque cuando me enfrenté al dilema de elegir entre darle un lugar a un representante de la rosca o a un marginal que buscaba su destino, elegí generalmente al marginal. Así fui facilitando a muchos directores y productores, la experiencia formativa de enfrentarse a un público verdadero, que es uno de los tránsitos cruciales para la formación de una escritura propia. Con alguno he insistido tanto que se convirtió en autor reconocido, primero por Cannes y luego por Bafici. Si no lo nombro es por pudor y no porque no quiera que entre en la historia, no soy yo quien guarda esa puerta, además ya hace tiempo que entró.

    También hubo momentos brillantes. Me emborraché con Amalric en la terraza del Sheraton, acompañándolo en su noche de amargura cuando la prensa, al mismo tiempo que nos reprochaba a la organización que no lleváramos estrellas de categoría, ignoró por completo su presencia en el festival para el estreno mundial de su ópera prima, que milagrosamente habíamos logrado que hiciera ahí; fumé porro con Solita Silveyra en alguna madrugada del benemérito hall del Hermitage, frente al cuerpo indignado de matones que no podían hacernos nada, escudados como estábamos por la impunidad engañosa de la fama, y recuerdo con afecto particular la vez que pudimos traer a Anderson Ballesteros desde Colombia, con un pasaporte falsificado en la cárcel, para darle su primer atisbo de fama internacional.

    Luego nos dieron carta blanca para convertir un cine desahuciado en lo que quisiéramos y lo que quisimos fue un Parakultural para nuestra generación, donde personalmente pude hacer lo que no podía haber hecho en el circuito endogámico de los festivales: darle cabida a absolutamente toda persona que quisiera participar. Sin restricciones. Quienes querían estreno técnico, tenían su estreno técnico. Quienes querían agitar, eran bienvenidos a hacerlo. Neutralizamos las trabas burocráticas que impedían que los independientes pudieran facturar directamente por sus funciones y llamamos a grupos de teatro y de música, para generar presentaciones interdisciplinarias donde el “no se puede” no era la primera respuesta.

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    2. Fue bueno, porque nos demostró qué es lo que se podía hacer por la cultura audiovisual, teniendo al estado de nuestra parte. Una periodista de una radio comunitaria que nos visitó poco antes de nuestro cierre, nos dijo, asombrada, que no podía creer que nos dejaran hacer todo eso. Liliana, la presidenta del Incaa, que era mi mentora, cuando tuvo que elegir entre mi cabeza o enfrentarse a los representantes de la rosca industrial, no dudó en sacrificarme. Y yo, otra vez, me fui. Del Incaa me fui aún de peor manera que de la mala manera en que me fui de la Fuc. Un amigo, que conocía bien de lo que hablaba, me dijo entonces: “nunca más vas a filmar”.

      Sucede algo muy preciso con las abjuraciones, y es el caracter determinante que tienen. Nunca más pude volver a la Fuc, y eso que lo intenté. Nunca más voy a volver al Incaa, les pongo la firma en ésa. Pero nunca abjuré del cine, siempre seguí filmando, a pesar de las maldiciones que pesaron sobre mi futuro. Tampoco abjuré del cine guerrilla, que es lo que me permitió seguir haciéndolo, aún en la más abyecta desgracia, y tuve el placer melancólico de tomarme varios desayunos con viejos próceres del audiovisual latinoamericano, que habían quedado varados como yo, en el extinto programa Polos Audiovisuales, un limbo para guerreros descastados, y escuchar los relatos de cómo sus compañeros y compañeras habían abjurado de sus credos guerrilleros una vez que llegaban al poder.

      La peli de Batato fue mi única película mainstream, la estaba terminando cuando me sacaron a patadas del Incaa. El distribuidor me llamó muy asustado después de que, desde el Gaumont, le negaran el estreno con la frase “Goyo sabe por qué”. Fue el único de mis largometrajes que proyectó Bafici y, aunque tuve que escuchar cómo los programadores le bajaban el precio a mis espaldas, con frases como “contenido puro, sin valor cinematográfico alguno”, el público la recibió con cariño y aún hoy encuentro, pintadas en las calles, las consignas que creo se hubieran desvanecido de no haberlas historiado ahí. El anonimato es la base espiritual de nuestras tradiciones, y no me molestó transparentarme en mis retratades.

      Seguí filmando mi tercera película, Heterofobia, por desesperación, porque era eso o matarme. No sabía si iba a tener dinero para comprarme comida a la noche, pero sí sabía que iba a salir con mi bicicleta y mi cámara, a encontrarme con un par de aliades y sacar tomas. Tampoco sabía si le iba a importar a nadie y rogué, tanto al cielo como al infierno, por el más mínimo reconocimiento si la completaba. Lo tuvo, mínimo, como lo había pedido, y me bastó para seguir adelante, para juntar alrededor mío un grupo de chicos y chicas desposeídos con quienes volver a filmar. Porque quienes respondieron a Heterofobia eran tan jóvenes que... nunca lo hubiera imaginado. Víctimas del patriarcado, varies de elles en circunstancias de prostitución, militando una misma causa, un mismo odio.

      Me afeité mis canas, que habían comenzado a salir, me afeité todo mi cuerpo y me prostituí a la par. Me hice carne en el mercado de la carne de Constitución, a quince cuadras de la Fuc, donde bocetaban palinodias y firmaban pactos de pertenencia sobre los nombres tachados en los anatemas de su historia oficial. Alterné la camilla de la explotación sexual, durante años enteros, a partes iguales con la mesa de hackintosh, para, con mucha paciencia, hilvanar un relato coral que afirmase los sueños, inducidos por la rabia y el hambre, de una juventud sedienta, lejos de la mirada entomológica del documental y muy cerca de la pulsión de una realidad donde conviven la cúpula de Zardoz y el puñal de la Mazorca, en una negociación que no ha llegado al final.

      Mi nombre es Goyo Anchou, creo en el cine guerrilla y creo que puede cambiar el mundo. Mi nombre es Goyo Anchou, acabo de terminar una película, se llama El triunfo de Sodoma, quien quiera hablarla o debatirla sólo tiene que pedírmela. Es muy fácil encontrarme, estoy en línea, mi nombre es Goyo Anchou.

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