Las discusiones V - Nicolás Prividera

 


Estimado Rafael:

Como le decía al final de mi intervención anterior, son muchas las cuestiones que se pueden ir desplegando, y a veces se hace difícil elegir cuál es el mejor sendero para seguir adelante, porque aún tratando de ser claro siempre pueden haber faltas, en todo sentido.

Por ejemplo, cuando hablé de "Literatura/sociedad" ciertamente no ignoro ni quise olvidar a Altamirano, simplemente remarque el nombre de Sarlo por su mayor cercanía con la revista. Tampoco quiso ser una chicana ni una insinuación, sino otra pregunta sin signo, mi duda sobre si sus coequipers habían leído ese libro. Porque, como usted ha visto, en otros posteos se me lanzan sí chicanas y reconvenciones sobre esa imposible relación, que ya ese título no relaciona con una "y" (como lo hizo Viñas) sino con una "/" (una barra que no separa sino tensiona).

Entonces: nunca dije que usted ni nadie haya citado a Sarlo. Lo hago yo, en todo caso, y no tanto para referirme a ese texto en particular, como a la persistente pertinencia de esa relación entre arte y sociedad / política (asumiendo esa barra como convención, si quiere).

Eso no implica, por eso, defender la mera idea de un cine de izquierda, sino algo más amplio: la necesidad de no dejar fuera del análisis las condiciones sociales, históricas y políticas. Tampoco fuera del cine mismo, cosa por otra parte imposible, aunque no deja de ser el esfuerzo inútil de muchos cineastas argentinos, como si quisieran evitar esa mancha que la realidad (política) dejaría sobre las obras, y que en verdad es tan inevitable como pertenecer a una época.

Vamos entonces a esa relación  sociedad / política (verá que mantengo de todos modos esa prevención del título de Sarlo y Altamirano, para no caer en determinismos). Es indudable que siempre mantienen una relación, aunque se trate de espacios analíticamente distintos, más que diferentes. Porque no hay sociedad sin política, ni política sin sociedad. Ni arte sin sociedad y política que lo atraviese, a menos que creamos en la existencia de un celeste mundo platónico.

Desde ya, luego habrá análisis y analistas que nos convenzan más o menos. Por ejemplo, usted dice que al mencionar a Bernini, Aguilar y Oubiña mezclo "a un académico, un charlatán y un intelectual". No le voy a preguntar quién es quién. Yo los respeto a los tres, aunque muchas veces no esté de acuerdo con ninguno. De hecho creo que los tres comparten cierta mirada común, en cuanto a suponer (no todos en la misma medida, desde ya) que a pesar de la evidente ruptura hay una cierta continuidad entre el "proyecto inconcluso" del cine argentino moderno y el de las últimas décadas.

Pero no son meras ganas de discutir con ellos o con usted lo que me mueve, si entendemos "las discusiones" (para usar el simple y bello título que eligió para estos intercambios) sólo como floreos de espadachines. Nada más lejos de mi intención, y por eso agradezco su voluntad de diálogo, que hace a esa lealtad que menciona, y a la que quisiera corresponder.

No es sólo deferencia hacia usted, o a las películas suyas que prefiero: creo que el diálogo (sea entre generaciones o dentro de una misma generación) es lo único que puede ayudar a construir el necesario puente con lo que nos preceden y nos sucederán, aún cuando cada tanto haya también que dinamitarlos. 

Dice usted que se convirtió "sin quererlo, en el aguafiestas del cine en democracia", y me gustaría saber a qué se refiere. El cine y la democracia se aguaron juntos hacia fines de los 80. Y después del desencanto vino la abstracción. Suele suceder.

Pero cuando afirmaba yo (lo que no es descubrimiento ni novedad, y mucho menos mío, claro) que hay política hasta en las artes abstractas, no pretendía decir con eso que "todo es político" (frase que efectivamente puede llevar a la licuación del término) sino que todo arte está atravesado por lo político, que no es lo mismo. Es decir: el arte no es todo, pero todo arte supone una visión del mundo. No hace falta haber leído a Sartre para percibirlo.

“Qué es la literatura” está en la biblioteca que heredé (en todo sentido) de mi padre. Pero no todos sus libros me acompañaron, o me siguen acompañando. Ese lo leí muy joven, y ciertamente dejó una marca indeleble en mi, pero como entrada a una tradición marxista algo más cercana (otra vez en todo sentido), de Williams a Eagleton. Sin por eso dejar de lado a viejos compañeros como Gramsci, Brecht o Benjamin, que nos siguen acompañando como cualquier clásico.

Pero digo, quiero decir: no es que haya que volver literalmente a "las viejas discusiones” sino, como bien dice usted, "inventar otras". La diferencia, acaso (según se desprende de su respuesta anterior), es que yo creo que se puede seguir pensando en esa tradición. Justamente porque presupone una mirada dialéctica sobre sí misma.

Pasemos entonces a la revista en sí (porque aquí estamos, finalmente, aunque estas "discusiones" pudieron haber tenido lugar en cualquier otro ámbito, y no deja de parecer extraña entre estas voces): cualquier lector atento puede reponer las tradiciones en juego (incluso cuando estuvieran implícitas), porque se desprenden de los textos  (por no hablar de las respuestas mismas que he recibido en este blog, y que podrían esbozar en sí todo un credo compartido). Es una simple lectura crítica, que toda revista cultural supone. 

Pero como todo esto acaso pida otro desarrollo, y el espacio "impune" se va acortando (luego espero discutir también esa idea de "impunidad", que me parece desafortunada), sólo puedo decir lo siguiente, en relación a lo que menciona usted en su último párrafo:

Cualquier revista que pretenda incidir en algún tipo de debate cultural conlleva algún programa, y también (quizá antes que nada) una marca generacional. Claro que algunas revistas duran más que otras, y ciertamente en ese caso pueden abarcar algún giro ideológico y renovación de colaboradores, pero aún en ese caso se sostienen sobre su impronta primigenia (pienso en ejemplos tan disímiles como El Amante y Punto de vista).

Creo que la particularidad de Revista de cine es que está conformada por una generación montada sobre otra, y ante todo en una particular lectura de esa relación. (Esta misma es, por supuesto, otra hipótesis de lectura, y puede ser corregida o impugnada...). Digo particular porque las revistas suelen ser más bien parricidas, aunque nunca falten las invocadas figuras tutelares. Pero no suelen estar tan presentes como aquí, donde conviven maestros y alumnos (a su vez ungidos como nuevos maestros).

Digamos (y perdone el obligado e impreciso resumen) que la marca más notoria de la revista es, precisamente, no sólo el título notoriamente deudor de los Cahiers du cinéma, sino cierta idea de la modernidad cinematográfica que se sostiene en una lectura (sesgada o "selectiva", para decirlo con Williams) de esa tradición en general, y la del cine argentino "moderno" en particular. Digo sesgada porque ya en Cahiers había varias tradiciones y disputas, pero Revista de cine sólo parece remitir a los años Rohmer (antes de la "politización", digamos). Del mismo modo, del cine argentino (de los 60) sólo quedarían en pie unos pocos directores, como Fischerman y Santiago (también amputados, como si todo hubiera acabado a fines de los 60). Y por supuesto usted, que es quien hace de puente entre ambas junto con Antin (aunque de éste también se olviden films como "Rosas", que hacen tambalear las fáciles dicotomías).

Ese puente, por supuesto, no es fácil de tender, y supongo que debe pasar en esas discusiones internas que adivinan detrás de un vidrio oscuro. Pero, como señalaba yo en otra intervención y usted explicitaba (en relación al cine de Rejtman), dichas discusiones, si bien se sugiere en el primer numero iban a ser un núcleo de la revista, no aparecieron luego con la fuerza que prometían en esa suerte de manifiesto. Y no sólo en relación a esas discusiones internas que usted deja traslucir aquí, sino tampoco en cuanto a las externas. ¿Con quién discute Revista de cine? El adversario parece difuso (los "demonios" de Llinás, por ejemplo), acaso porque poner nombres propios obligaría a explicitar todas esas tradiciones y discusiones latentes, y finalmente los cineastas no quieren ser tan críticos (esta vez en un solo sentido). O, simplemente, cada uno prefiere recostarse en que "escribe y filma sólo en su nombre", aún cuando pertenezcan a una ostensible comunidad de ideas, que los ha llevado a fundar una revista.

Revista de cine se cierra así sobre ese gesto (el diálogo entre amigos más que la discusión abierta con los adversarios), sin dejar de  remitirse a un pasado glorioso y lejano, del que se siente (¿única?) heredera, frente a una crítica argentina que ya no estaría a la altura... Las "nuevas" discusiones, entonces, no terminan de darse más que lateralmente. Y cuando aparecen lo hacen, paradójicamente, vistiendo los ropajes de ese pasado idealizado, justo cuando se pretende enterrarlo desde una reivindicación de lo (pos) moderno.

En fin: la verdad es que yo quisiera justamente saltar esas trampas y esas distancias (incluidas las que entrañan esta interpretación sobre la revista) para pedirle que hable (mos) de esos puentes que nos unen con el pasado sin atarnos a él.

De esas cuestiones (las relaciones entre estética y política) que parecen lejanas sólo si se cree (y no es mi caso, por supuesto) que la modernidad terminó hacia 1970... Yo nací ese año, en los días del secuestro de Aramburu. Así que entiendo a esas generaciones nacidas (literal o vitalmente) alrededor del fin de los 60, pero a la vez estoy entre los que no vivimos los 90 como personajes de "Silvia Prieto"...

Entenderá entonces por qué puedo sentirme más a gusto conversando con usted (o con Llinás, que no deja de ser consciente de estas faltas, por ejemplo de discusión) que con quiénes se sienten más cómodos pensando que los puentes están (bien) rotos, y entre arte y polótica solo hay un abismo, así como entre ellos y cualquiera que pretenda sostener otra cosa.

Por eso creo, siguiendo su cita de Casablanca, que "el comienzo de una hermosa amistad"  se da cuando los adversarios (viejos o nuevos), se reconocen también como amigos o, si se me permite aquí una palabra de fuertes resonancias, como compañeros.


Abrazo,


NP


 

Comentarios

  1. Aclaro que cuando digo "no implica, por eso, defender la idea de un cine de izquierda", no significa que no crea pertinente esa idea, o esa pregunta, que me parece tan esencial como en cualquier momento de avance mundial del fascismo: ¿Que significa, hoy, hacer un cine de izquierda, y como se lo podría definir? No es este el momento ni el lugar para intentar una respuesta, claro.

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  2. Prividera deja en claro que quiere debatir sólo. No es claro, se queja y se enoja porque nadie quiere/puede seguir las reglas de un juego que él inventó. Es probable que sus comentarios dejen de ser contestados y siga insistiendo hasta el infinito.
    Curioso personaje es Prividera. El mayor problema de su discurso es la solemnidad para pensar el cine y la política. O cine/política, como dice él. Seguramente se encargue de aclarar esto y continúe con su shitstorm en la caja de comentarios.

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  3. Malebolge,
    “Debatir solo” no existe. Eso se llama monologar. Es lo que suele suceder justamente cuando no hay discusión. O simplemente diálogo. Por ejemplo con comentarios como el tuyo, que pueden decir “impunemente” cualquier cosa.
    Estoy aquí, contestando la gentil comunicación de Filippelli, e incluso la no tan gentil respuesta a algún comentario que dejé en otro posteo. El que quiere “debatir solo” es el que no acepta cuestionamientos, comentarios, repreguntas… Yo hasta le respondo a los anónimos sin gracia, como verás casi no tengo problema.
    Ahora bien, esto no es un juego pero hay reglas, aunque no las inventó nadie: son las reglas de una conversación, o un debate. Tan viejas como la civilización.
    Desde ya, siempre se puede no contestar, o simplemente no decir nada y seguir en lo tuyo. Sobre todo si es para no decir una sola palabra de todo lo que el posteo dice, como es tu caso.
    Yo leo atentamente todo. Pero no, no insisto hasta el infinito porque no me interesan los diálogos de sordos, y mucho menos los incivilizados.
    En fin: Curiosos personajes son los comentadores de blog que no tienen nada para expresar salvo sus “shitstorm”, Malebolge.
    Si crees que decir caca es dejar la solemnidad, quiero creer que aún no dejaste la adolescencia.
    Por lo demás si “la solemnidad para pensar el cine y la política” es no pretender separarlos, se ve que tampoco entendiste esa cuestión. Pero no, no voy a perder más tiempo con vos, no te preocupes.

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  4. Estimado Fantomas,

    No te haces un favor al contestarme. Confirmás la regla y mi punto.

    Saludos.

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    1. Malebolge, mi respuesta no es para vos. Si así fuera no sería un favor para nadie, aunque los que solo pasan por aquí para confirmar su "regla" parece que piden algo de atención. Por suerte hay otros lectores más estimables.

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