Las generaciones III - Mariano Llinás




El gusto generacional, las afinidades o rechazos que mas tarde construirían el futuro Nuevo Cine Argentino se asentaron, como sugerí en el texto anterior, sobre una serie de progresivos consensos. Como nadie que se haya interesado en el tema ignora, un momento importante fue la exhibición colectiva de los cortometrajes elegidos por el concurso del Instituto Nacional de Cine en 1995, que a partir de ese momento comenzaron a llamarse “Historias breves”. Efectivamente, los diez cortos, analizados retrospectivamente, ofrecían un premonitorio catálogo de nombres que iban a resultar importantes en el cine argentino posterior: Lucrecia Martel, Adrián Caetano, Ulises Rosell, Bruno Stagnaro, Daniel Burman, Jorge Gaggero, Andrés Tambornino, Sandra Gugliotta y acaso alguno más (Moreno, por ejemplo, era guionista de uno de ellos). Sin duda, el gran espaldarazo político que catapultó a esa camada hacia un lugar de primacía fue dado por la célebre tapa de la revista El Amante, dividida en dos, separando las aguas entre el último film de Subiela (rotulado como “lo malo”) y una imagen del corto de Gaggero (también subtitulado, pero con la frase “lo nuevo”, en manifiesto reemplazo del previsible y temerario “lo bueno”). El episodio analizado hoy, resulta interesante por varios motivos. Por un lado, resulta evidente que el entusiasmo provocado por los cortos era exagerado: más allá de la contundencia visual provocada por el 35 mm, que los estudiantes de aquel tiempo parecían manejar con relativa solvencia, la variedad de estilos y formas de los films construían un arco en el que aún estaban presentes muchos de los tics de ese cine nacional cuyos autores (y sus fervorosos exégetas de El Amante) decían repudiar. En el film de Bruno Stagnaro, un actor desaforado  (en mi recuerdo era Oscar Alegre, pero puede que no), interpretando a un  militar al mando de un pelotón en la Guerra de las Malvinas, arengaba a sus subordinados con un sermón en el que ponderaba que “los argentinos tenemos muchos huevos”. Llegaba un pastor con un rebaño de ovejas, el militar se asustaba y, contradiciendo la hombría declamada,  corría a esconderse. Un chiste, como podrá intuirse, propio de los guiones de Juan Carlos Mesa para el Gordo Porcel. Otro, filmado en el balconcito de Balcarce y Carlos Calvo, proponía a Guillermo Petraglia como un demiurgo/ titiritero que, desde su casa, dirigía los destinos de los paseantes: una alegoría que no parecía tan distante de aquellas que poblaban el film de Subiela que (a juzgar por la portada de El Amante) venía a reemplazar. Otro corto, el de Burman, parecía  querer incorporar algo de la atmosfera del Parakultural y del primer Bartís (el de Postales Argentinas) con la pareja protagónica de drôles de visages Bertoglio y María José Gabin. Nada de esto es reprochable: se trataba de objetos realizados por muchachos que apenas habían superado los veinte años. Acaso lo más interesante sea el por qué de su reclamada  influencia histórica, que no ha caído en el olvido tantos años después. 

La primera hipótesis tiene que ver con que la muestra del '95 estableció las bases de una alianza que se revelaría fructífera entre los estudiantes de cine  con intenciones de pasar al largometraje y un sector de la crítica que había hecho de la oposición al cine nacional el más intenso de sus frentes de batalla. Esa alianza- que alcanzó su pico en los dos primeros años del crítico “Quintín” al frente del BAFICI- funcionó, hay que decirlo, como una aceitadísima operación política. A partir de entonces, cada film que aparecía en el horizonte pasaba a ser evaluado como posible pieza de ese relato cuya meta parecía ser la sustitución absoluta de un cine viejo (Lo malo) por un cine joven (Lo nuevo). Esa construcción- tanto o más que las películas- fue el Nuevo Cine Argentino. Menos una serie de films que la promesa y la prolija construcción de un cambio. El Amante, claro está, se erigiría en árbitro y gestor de ese cambio, primero desde la tribuna de doctrina de sus páginas, y después, crecientemente, desde la función pública. No se trataba solamente de reemplazar una camada de directores por otra, sino de acoplarle una intelectualidad y una burocracia que supieran lidiar con ellos. Dicho de otro modo, los conjurados de El Amante no sólo preveían una renovación en las películas, sino también (y sobre todo) una nueva forma de pensarlas y verlas, en las cuales ellos ocuparían el lugar central. Ya no sería el INCAA ni SICA ni DAC; todo eso tendería a desaparecer. El BAFICI,  y una serie de alianzas que a partir de él se establecerían con los festivales internacionales, estaban llamados a desarticular las clásicas instituciones corporativas. En ese pasaje de la crítica a la construcción política, las películas eran un medio y no un fin. Tal vez a eso responda la tradicional desconfianza con que los directores condecorados recibieron siempre los blasones que “Quintín” y sus ad-lateres les proporcionaban- casi podríamos decir que les imponían- Los jóvenes directores se mostraban indiferentes ante sus entusiastas apologistas: ¿Temían ser El Hombre que mató a Liberty Valance, protagonistas inesperados de una leyenda que no era la suya? 

En todo caso, ese pequeño contubernio renovador duró muy poco.  La industria y el INCAA (en aquella época también tendían a ser lo mismo) reaccionaron primero con desdén, después con enojo, después con impotencia, hasta que finalmente, cuando recuperaron el poder, después de superada la crisis del 2001, con medidas concretas y draconianas (cf. Ver mi respuesta a Prividera en  los comentarios a mi texto Las Generaciones I, en este mismo Blog) Eso fue todo. La producción recuperó con una velocidad insospechada su habitual dependencia estatal, y a nadie pareció molestarle. En cuanto a “Quintín” y sus compañeros de militancia, nada de aquel interés por el futuro del cine parece existir ya. Si bien el actual director del BAFICI y varios de sus programadores provienen de aquella facción que antes se situara con tanta contundencia en el centro de las discusiones, acaso sea justo darles (después de tantos años, después de tanta supervivencia entre una administración y otra) una consideración que escape a la sombra de sus mentores originales. Por el contrario, aquellos que cimentaron la renovación a mediados de los '90 aparecen hoy desligados de esas cuestiones. La deriva de estos apasionados polemistas y operadores de la política cinematográfica de ayer en meros usuarios de la red social twitter y en garrulos haters, defensores a ultranza de uno de los dos partidos mayoritarios, no alcanza la competencia de esta nota. Lo que no deja de llamar la atención es que hayan bastado un par de cesantías en cargos públicos para trocar el fervor renovador de antaño en el rencor y la indiferencia que, desde hace ya más de quince años, se despliegan con insistencia diaria  ante nuestros ojos.

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PS: El texto precedente fue escrito una semana antes de la inesperada comedia gramático- política en torno del Festival de Mar del Plata. Ese disparatado episodio deja entrever, sin embargo, que el rencor de las corporaciones industriales con el Cine Independiente no ha cesado y se muestra permanentemente dispuesto a dar el zarpazo, sin que ninguno de los antiguos sacerdotes del NCA haya dicho una palabra. Este texto, entonces, demuestra una vez más cuan solos han dejado al cine independiente sus paladines de ayer, una vez que su pequeño proyecto personal se hubo desvanecido.



Comentarios

  1. Esta continuación de las "generaciones" daba la esperanza de proseguir un folletín que por fin agotara los temas en vez de abandonarlos, pero de pronto hay un elíptico salto hacia adelante y una suerte de continuidad de los partes (de guerra) con algunos ex amigos.

    Spoiler: no van a contestar, ni aquí ni en otra parte, porque así como vociferan (en Twitter o en sus propias notas), se llaman a silencio cuando se lo convoca a una discusión verdadera (como sucede en este mismo blog, donde solo tú y yo estamos dispuestos a discutir en serio, parece). Es más fácil hacerse los distraídos u ofendidos.

    Así que, no siendo está vez el interlocutor directo, dejo esta respuesta esperando que este jardín de senderos que se bifurcan no se replique en estos comentarios, sino que el folletín prosiga en otras notas, más allá de esta denuncia tan dura como parcial. Porque veinte años no se cuentan así nomás, como ya sabía Alejandro Dumas. Las cosas tienen más vueltas y claroscuros. Veamos:

    Las historias señalan a "Historias breves” como el puntapié inicial, más por el "premonitorio catálogo de nombres" que por una estética común.
    En ese sentido, la tapa de El Amante fue menos un espaldarazo importante para ellos que para la propia revista, que con esa tapa se ganó su lugar en esa historia un par de años después de haber puesto en tapa "El lado oscuro del corazón"...
    Si Subiela ya era “lo malo”, lo otro era aún solo “lo nuevo”. Pero eso alcanzaba para hacerlo tapa porque hace años se venía esperando una renovación y apostando a ella (desde el 84 se hablaba de la necesidad de un "nuevo cine", con algún homenaje a la generación del 60 mediante). Por eso no asombra que esos cortos sigan teniendo una estética de los 80, cosa que tuvieron hasta los primeros largos salidos de la Fuc...

    (Sigue)

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  2. Y aquí es donde tu texto pega un salto sobre todo el desarrollo posterior (que incluye medios, festivales, y un par de generaciones dentro de ese nuevo cine), para saldar cuentas con El Amante... Lo que me parece bien si no tuviera ese desvío o final anticipado. Y sesgado, porque si bien los representantes de esa revista han tenido una continuidad no tan asombrosa (y digo continuidad para acentuar no solo su presente sino que la hubo en la revista misma pese a sus diversas etapas), el análisis no puede dejar fuera otros actores institucionales de ese giro conservador (giro según tu nota, yo insistiría con las continuidades...)

    Porque esa alianza fue no solo con El Amante, sino con buena parte de la también "nueva" crítica, además del Bafici y la Fuc como organismos de difusión y producción...

    Y ahí es donde todo se confunde, ya que "la oposición al cine nacional" parece aún seguir siendo un "intenso frente de batalla" en esta Revista de cine, que no puede cortar sus lazos con El Amante.
    Porque "esa alianza- que alcanzó su pico en los dos primeros años del crítico “Quintín” al frente del BAFICI- funcionó". Y la "operación política" continua con la escritura de esa historia oficial, como le decía a Wolf en tu nota anterior.

    Así, "cada film es evaluado como posible pieza de ese relato", y se lo sigue fiscalizando según pertenezca a "lo viejo" y "lo nuevo".
    "Esa construcción- tanto o más que las películas- fue el Nuevo Cine Argentino". Y lo sigue siendo aún 20 años después, como un Sr Valdemar al que nadie quiere dejar morir.

    Ese nuevo cine siempre fue " menos serie de films que la promesa y la prolija construcción de un cambio". Y los herederos de El Amante siguen arrogandose ese arbitrio, aunque más no sea lamentándose de la victoria (pirrica para algunos de ellos, como RdC), que lloran la deriva industrial de esos cineastas.
    Pero esa institucionalización, si bien tiene sus problemas, fue parte de la natural integración de los cineastas al sistema (no otra cosa pedía la mayoría), mientras que lo reprochable es la critica transformada en "tribuna de doctrina", más en (o luego) de su paso por la "función pública" (algo de lo que no se salva casi ningún ex director del Bafici...).

    Ese lugar de la crítica (ese "acoplarle" al nuevo cine "una intelectualidad y una burocracia") fue parte de la alianza con los cineastas, y también su responsabilidad. No es que los directores "condecorados" fueran desconfiados ni mucho menos indiferentes: necesitaron ese andamiaje crítico, que no podían desarrollar por sí mismos (si alguno de esos directores hubiera tenido que fundamentar su estética habría permanecido tan mudo como sus personajes...)

    "Las clásicas instituciones corporativas" solo fueron reemplazadas o sumadas. No por un "pasaje de la crítica a la construcción política", sino por la falta de una mirada política sobre esa construcción crítica...
    No se trata solo de “Quintín y sus compañeros de militancia", y tampoco sólo de los continuadores de El Amante escuela. Se trata de analizar la deriva de todos los actores, de mediados de los '90 hasta aquí, para ver la reconfiguración del campo cinematográfico pos 2001. Eso que "no alcanza la competencia de esta nota" pero debería ser parte de cualquier análisis complejo. Para no hacer un mero y parcial (en todo sentido) ajuste de cuentas.

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    1. Amigazo,
      Es una pena que se lea como un “ajuste de cuentas”. Desde luego, no fue esa la intención, y menos aún proceder a una reconvención o un reproche. Simplemente, desde que en la Revista de Cine decidimos emprender esa serie de evaluaciones generacionales, me pareció honesto señalar la forma en que un sector de la crítica y algunos de quienes aspirábamos a hacer films establecimos una suerte de alianza (que, de mas está decirlo, siempre fue tácita e intangible, nunca explícita por ninguna de las partes) para construir una renovación que –con el tiempo- sería conocida como NCA. Lejos de ser una acusación, lo escrito ut supra debería poder funcionar como un reconocimiento o, aunque sea, como una invitación a pensar. Si los críticos de la vieja Revista El Amante, como se ha señalado, aparecen desligados de sus intereses de antaño, no está en mi ánimo echar sobre ellos amonestación alguna: cada uno es libre de hacer lo que le parezca, de interesarse por otras cuestiones, de dirigir la propia vida por otros rumbos y más aún de abandonar discusiones una vez que lo que tenía para aportar a ellas se haya agotado. Simplemente creo que corresponde decir que el hecho de que uno deje de interesarse por un problema no implica que ese problema desaparezca, y a medida que los críticos dejaron de pensar en esos temas, esos temas se volvieron progresivamente invisibles. Nada fue lo mismo para el NCA, y todos vimos como a lo largo de una década el cine independiente fue cediendo terreno a los ya extensos dominios del cine industrial sin que nadie se ocupara de eso, ni le llamara la atención.
      Recuerdo, allá por el 2009, como Noriega (por quien, me apresuro a aclararlo, mantengo la mayor de la simpatías) me hacía bromas sobre el hastío que le provocaba la fatigada discusión acerca de las “formas de producción”. Pues bien: es preciso decir que, una vez abandonado, ese interés no fue retomado por ninguno de sus colegas (ni los contemporáneos, ni los que siguieron) y con el tiempo, acabó convirtiéndose en un tema del que nadie quiso, pudo o supo hablar , cediendo el lugar a otros debates -entre los que se destacan, Prividera, tus cuitas histórico- políticas relativas al contenido de los films. Y es así que los pocos que quedamos en el terreno interesados en experimentar con la producción acabamos predicando en el desierto, mientras nuestros aliados de ayer se convertían progresivamente en meros emisores de opiniones de centroderecha y de modestos epigramas de humor político por internet.
      Repito: no es un reproche lo que antecede, pero entiendo que pueda entreverse cierta amargura en la descripción de esa deriva.

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  3. A ver, Mariano...

    Lo que es una pena es la palinodia de decir ahora que "no es reproche"... Porque la "reconvención o reproche" son parte de la polémica y está muy bien. Lo que señalé yo es que faltaban elementos de análisis... Pero en vez de tratar de ampliar el cuadro pareciera que lo cerrás.

    En cierto modo se podría decir (y esta es reconvención o reproche) que venís desarrollando este tipo de intervención algo espasmódica desde aquella entrevista del Amante en 2002. Cómo si de pronto sintieras que fuiste demasiado lejos y te arrepentis, porque ir más allá sería cortar amarras... Algo de eso pasaba hace ya 18 años (!) y ahora también.
    Lo que demuestra que si no se hace un corte podemos seguir amarrados al pasado como si aun fuera presente.

    Porque si "un sector de la crítica y algunos de quienes aspirábamos a hacer films establecimos una suerte de alianza" eso no es una "acusación" ni un "reconocimiento", ya es historia escrita.
    Lo que vos introducis ahora es el señalamiento de que "los 
    críticos de El Amante aparecen desligados de sus intereses de antaño", y eso sí es una amonestación. Y un problema, en tanto la amonestación sea un lamento por que ese pasado compartido no siga siendo presente...

    Porque si uno es libre "de abandonar discusiones una vez que lo que tenía para aportar a ellas se haya agotado", eso no significa que la cuestión esté agotada. Simplemente hay una retirada, y hay que ver a qué obedece.
    Ya que, como decís,no es que "ese problema desaparezca", sino que se lo invisibiliza... En eso estamos. Espero que no te retires de nuevo vos también.

    (Sigue)

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  4. Vuelvo, entonces, a lo antedicho: no es que "a lo largo de una década el cine independiente fue cediendo terreno a los ya extensos dominios del cine industrial sin que nadie se ocupara de eso, ni le llamara la atención". Si solo vos lo viste así es porque no fue "cediendo terreno", sino ganándolo en el sistema industrial... Porque la mayoría de los "independientes" lo eran por necesidad, no por elección. (Lo que suele suceder, por definición, en las cinematografías que pueden sostener ese campo en tensión, ya que hay algunas donde solo existe una de ambas alternativas.)
    Por eso hasta los Amantes se fatigaron pronto con la discusión acerca de las “formas de producción”: si alabaron Historias extraordinarias fue porque estaban también ya fatigados con el minimalisno que habían ayudado a imponer...

    Luego no hubo mucho más debate.
    Mis "cuitas histórico- políticas" fueron casi tan solitarias como las tuyas en relación a la producción, aunque inevitablemente algo fue cambiando en estos años, y la discusión política (que esos mismos críticos asumieron en la vida pero quisieron mantener lejos del cine) volvió por sus fueros... Pero esa tradición está rota, y va a costar mucho repararla.

    Porque los "meros emisores de opiniones de centroderecha y de modestos epigramas de humor político por internet" (como esos por los que no dejas de sentir simpatía...) no quieren discutir nada que los saque de esa modalidad y esa comodidad. Han encontrado por fin su lugar institucional, y seguidores hasta en quienes dicen profesar otra visión del mundo...

    Así que hacen falta más reproches polémicos y menos "amargura" descriptiva... Pero es muy difícil si uno no empieza por aceptar el problema, o ver toda su complejidad haciendo la historia de los últimos 20 o 30 años por lo menos.

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    1. Ahí aparece algo interesante. Yo creo poder precisar, en términos personales, cuándo se deshizo esa alianza de la que he hablado (o cuándo comprobé que ya se había desactivado). En el BAFICI del 2009, los mismos que el año anterior mostramos Historias Extraordinarias (que había sido ampliamente celebrada, erigida en paradigma, ornada en fuego como bastión del Cine Argentino- también como su conclusión- y revestida de condecoraciones para inmediatamente dejar de pensarla y colocarla en un sofisticado anaquel cerrado con llave al que nadie más ha de volver), esos mismos, decía, presentamos un nuevo film: Castro, dirigida esta vez por Alejo Moguillansky. Quienes la hayan visto sabrán que no es un film en absoluto menos ambicioso que su predecesora a mi cargo. Sin embargo, el BAFICI esta vez reaccionó con perplejidad y distancia. Muchos que habían ido a ver la continuación de la tan popular hazaña del año anterior encontraron una música diferente y eso los incomodó. Hasta ahí, lo de siempre. La sorpresa llegó cuando, en lugar de ocuparse de desentrañar ese movimiento, de pensar por qué ahora no sucedía lo que había sucedido antes, de examinar procedimientos y desarticularlos, de discutir con él e incluso entablar con él una batalla (todo lo que un film que no aspira a la explotación comercial necesita para existir), los críticos masivamente decidieron evitar esa fatiga y hablar de otras cosas que “les habían gustado más”. Meses después, la misma El Amante celebraba la futura ganadora del Oscar “El secreto de sus ojos”, sin advertir la contradicción que eso implicaba con la línea relativa al cine argentino que la Revista había mantenido desde la tapa que ilustra este artículo. Es claro que se me puede acusar de hablar por despecho, y he ahí una tradicional artimaña de la crítica perezosa (bancate la crítica adversa), pero yo tengo para mí que lo verdaderamente histórico de aquel movimiento fue la renuncia a pensar. De ahora en más, parecían decirnos, vamos a escribir de los que se nos canta. No le debemos nada a nadie. A fin de cuentas ese desparpajo cinéfilo fue lo que nos trajo hasta aquí.
      Una vez más: nada que decir. Solo, acaso, que esa deserción se notó, y los BAFICIS –que antes se habían destacado por su fragor y su intensidad- comenzaron a ser meras reuniones matinales donde un grupo de hombres de mediana edad decían si algo les había gustado o no. Eso, en lugar de un espacio donde se celebrara y se pensara el cine. What a drag it is getting old, dice una bella canción de los Rolling Stones. A la vez ¿Qué hacer con eso? ¿Cómo pedirle a un grupo de gente que mantenga una pasión que evidentemente se ha extinguido? ¿No debería, acaso, haber un relevo que supliera a aquellos comentaristas desganados y melancólicos?

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  5. Bueno, aquí ya haces un primer plano luego de uno generalísimo, cosa que a algunos directores les rinde en el cine pero en el analisis falta un paso intermedio. Una hipótesis que los conecte, dígamos.

    Porque sino terminamos simplemente con el "¿Qué decir?", como si todo esto no fuera más que atribuible a "una pasión que evidentemente se ha extinguido".

    No voy a negar que tal cosa existe, y que parte de lo que mueve el recambio generacional es una pasión renovada. Pero hay que ver cuál es la naturaleza de esa pasión, y si no es más bien que se ha cambiado por otra.

    Vos mismo señalabas un giro político (yo veo más bien una continuidad que se va develando, como cuando bajó la máscara de Hyde reconocemos que siempre fue -siempre estuvo en- Jeckyll).

    Ahora voy a hacer una interpretación, que la brevedad del espacio hará que parezca tal vez brusca como la tuya, pero todos la entenderán...: Si el giro se advierte entre 2008 y 2009, es porque en medio tuvo lugar la aparición de la del anti/kirchnerismo (pongo la barra en el medio porque nacen juntos, de esa dialéctica negativa, tras la llamada "crisis del campo" o la 125).

    Eso no significa que todo se reduzca a eso. Hay que ver, por supuesto, la propia dinámica del campo cinematografico. Pero sin olvidar ese contexto.

    Entonces: si HE fue "celebrada y erigida en paradigma" porque se pensó que ahí habría un cambio de modelo más que una "conclusión". Los años siguientes demostraron que (como sucede con ciertos films o cineastas -pienso en Eisenstein- que proponen y cierran toda una forma, su propio "sofisticado anaquel cerrado con llave") esa película no podía sino ser la excepción y no la regla.
    "Castro" era ya otra cosa, más allá de sus mismas condiciones de producción. Porque lo que habían cambiado eran las condiciones de recepción: Lo que se valoraba de HE era no solo su apuesta narrativa, sino que si bien parecía proseguir cierta abstracción previa la desbordaba al construirse sobre un mundo y espacio reconocibles (y en ese sentido era alumna mas aplicada de Invasión).

    (Sigue)

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  6. Lo que estaba agotado era el minimalismo noventista que habían celebrado, y la abstracción a la que había conllevado (de la que "Castro" no deja de ser buen ejemplo). Por eso poco después estaban valorando El secreto de sus ojos... Además de por lo notoriamente crítica del peronismo que la película era. Sólo así se puede entender la nueva alianza entre Quintín y Campanella...

    En fin: se podría decir que también tu análisis peca de ("en lugar de ocuparse de desentrañar ese movimiento, de pensar por qué ahora no sucedía lo que había sucedido antes") "evitar esa fatiga y hablar de otras cosas".

    O, para ser más justo, es lo que sucede en general en esta Revista de cine tan poco dada a hablar de cine argentino, donde notas como estas tuyas son una rareza.

    Si "lo verdaderamente histórico de aquel movimiento fue la renuncia a pensar", no lo hemos superado. De hecho como respuesta a comentarios míos en otras notas me han dicho literalmente esa frase que vos atribuis a los críticos entregados: "vamos a escribir de los que se nos canta". Y, por supuesto, el repetido latiguillo que con que críticos y cineastas sellaron su alianza: "No le debemos nada a nadie".

    Por eso no podés sino cerrar tu comentario con un "nada que decir", cuando hay todo por decir.
    Porque esa "deserción" solo podrá ser revertida por "un relevo que supliera a aquellos comentaristas desganados", pero este no va a tener lugar por la mera acumulación de generaciones. De hecho ya llevamos un par más y no se ve en el horizonte nada nuevo. Los nuevos críticos repiten lo que aprendieron de los viejos. Y los cineastas también replican modelos "consagrados", sean los de la Fuc o el cine industrial más convencional. La corrección reina. Salvo en la política.

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    1. Lo que decís, Prividera, es bastante evidente y a la vez muy revelador (habiendo pasado ya tantos años de aquel momento). Confirma una idea que nunca me abandonó: la de que a partir de esa polarización intelectual el nivel de los debates se empobreció y la discusión política (lejos de haberse potenciado, como insisten los Kirchneristas) se volvió más superficial y más vulgar. La discusión sobre las formas de producción (aquello que vos llamás mi “caballito de batalla”) resultaba demasiado específica para ese duelo de hinchadas y nadie dudó en sacrificarla para seguir ocupandose de esas hueras batallas dialécticas. Para mí (que fui y soy anti- Kirchnerista) resultó una sorpresa que personas que consideraba sensatas abrazaran de un día para el otro la bandera macrista no con resignación o con impotencia (lo cual también me hubiera alarmado) sino con entusiasmo y con una agresiva intolerancia hacia quienes nos manteníamos al margen de ese juego. Ese reproche zigzagueante (que por supuesto los kirchneristas hicieron suyo cuando sus archienemigos ganaron las elecciones en el 2015) implicó no sólo un fastidio y una incomodidad constantes en los actos de cada día (tener que pasarse la vida explicando que uno no aprobaba –para citar a Walsh- ni a los asesinos de Ingallinella ni a los asesinos de Satanowsky) sino el absoluto abandono de los temas a los cuales, en la primera década del Siglo, les habíamos consagrado nuestro esfuerzo y nuestro entusiasmo. Recuerdo, a través de este ejercicio de la memoria al que inesperadamente me conducís, mi propio estupor cuando fui invitado a una mesa redonda sobre El estudiante, de Mitre. Fue ahí que, por primera vez, viví una situación que se repetiría hasta el hartazgo. La hostilidad que muchos de los allí presentes manifestaban hacia el film (airada, poco menos que indignada) no estaba relacionada con el objeto en sí (su forma, su lenguaje, sus decisiones narrativas) sino por no ser lo suficientemente afin a los movimientos estudiantiles Kirchneristas. Al poco tiempo, cuando fue asesinado Mariano Ferreyra, recibimos el mismo desdén por parte de Noriega. Una vez más, descubrí que las decisiones cinematográficas no eran lo que objetaba mi antiguo amigo: era la vaguedad de su denuncia, la ausencia de alineamiento con la incipiente coalición opositora. Los ejemplos de ese desdén alternativo se multiplican hasta el presente; no me olvido de la incomodidad de Sebreli cuando comprendió (en medio de una entrevista realizada en Villa Ocampo) que mis reparos con el INCAA no respondían a los esgrimidos por el, y mi sopresa al comprender, tras referirme a él como “un marxista como usted”, que acababa de cometer una gaffe.
      Así pues, las discusiones sobre la política cinematográfica independiente resultaron demasiado específicas para las generalidades macristas (que sólo recurrían a ella como prueba de la corrupción y el fanatismo ideológico de sus rivales), mientras que los severos convencidos del movimiento Nacional y Popular nunca vacilaron en considerarlas la punta de lanza de una secreta avanzada neoliberal, como puede verse en los comentarios que acechan cada vez que el sinárquico e internacional autor de estas líneas asoma la nariz en el blog del querido Roger Koza

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  7. Te me vas yendo por la tangente, querido, tanto que ahora el que parece que se olvida del cine sos vos... Yo no le voy a esquivar el bulto a la política, pero voy a tratar de reconducir la discusión a nuestro pequeño campo.

    Si, la polarización extrema empobrece el nivel de los debates, y eso se ve hoy más que nunca en los últimos años. Lo que hace temer por el futuro, ya que la polarización no se produce por izquierda (salvo para los delirantes que gritan “Venezuela!”) como por derecha. Así está el mundo, no solo este rincón.

    Pero el mundo del cine nunca se dio por enterado de esa repolitización, ni siquiera cuando no era tan extrema, así que ni siquiera puede dar ahora la excusa de un retiro ante ese griterío exterior a la torre de marfil: desde los 90, salvo por un breve interregno motivado por la crisis total de 2001, el cine no pareció darse por enterado de estos movimientos (de hecho tampoco hay tantas películas hijas de la crisis de 2001 como una podría suponer…).

    Así que por ese lado también se empobreció la cosa. No fue que “la discusión sobre las formas de producción resultaba demasiado específica” (esa discusión se dio por terminada con la salida de la crisis). Fue más bien que ese “duelo de hinchadas” nunca llegó al cine (salvo, acaso, en la película que su revista menospreció en su primer numero…). Dicho así vos dirás que por suerte, pero no eran “hueras” esas batallas dialécticas: reconstruyeron la discusión en torno a modelos de país, que parecía imposible desde la posdictadura. Declararse prescindente de esa discusión no habla bien del que se cree al margen, más allá de usar una vez más las formas como excusa.

    Digo (obviando tu afirmación de que sos “anti” algo, porque sé que sos mejor que eso, y además que quedaría para los “anti” rabiosos si así fuera): no está mal abrazar banderas. Lo malo es hacerlo con deshonestidad, intelectual y de las otras... La “resignación o impotencia” no los justificarían tampoco, pero cuando uno ve la “agresiva intolerancia” de algunos críticos de cine no deja de reconocer el modo en que ejercían o ejercen la crítica… He ahí una de las continuidades de las que hablaba antes.

    El reproche puede ser “zigzagueante”, pero no se puede estar bien con dios y con el diablo, y hay que asumir las razones profundas de esas disvordias. Alguien que cita a Walsh no puede ignorarlo.
    Entonces: no se trata de llorar una vez mas (como hacían algunos intelectuales a la salida de la dictadura, y como queda constancia hasta en el libro que Aguilar dedicó al Nuevo Cine Argentino) por la politización que habría llevado al desastre… Al desastre llevó dejar la política por la “guerra”, y en todo caso hay que cuidarse de los golpes por otros medios. Pero el cine no puede quedar al margen de la Historia.

    No lo hace, de hecho, aunque quiera evitarlo, como en el caso de El estudiante, la película sobre la política que la abstrae como si fuera un juego más de los jóvenes piñeristas. Ese juego hizo que fuera valorada por antis y pros, digamos (un colega suyo de Crisis la alabó copiosamente). Pero no, no se trata de salir de la abstracción “alineándose”: alcanza con no querer escapar de una realidad que termina cayendo igual sobre las obras, aunque para algunos eso sea una mancha…

    Por otra parte, a un lado de esa grieta aún podemos discutir sobre la finalidad de un Incaa, mientras que del otro lado se sugiere cerrarlo… Todo es demasiado “específico para las generalidades macristas”. Se entiende: el cine no les interesa porque tienen la TV. En ese sentido, la “avanzada neoliberal” no es nada secreta: acabamos de verla en acción 4 años. Y no deja de tener un futuro promisorio.

    Pero en el cine solo se discuten las formas de producción, aunque el resultado no sea de tu agrado. La discusión estética y política brilla por su ausencia. Como aquí, donde una vez más estamos hablando solos.

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    1. Efectivamente, no creo en la idea de "modelos de país" que tanto entusiasmo genera desde siempre. Creo, eso sí, que hay un país que descree de modelos, y niego que ese país no haya sido transitado por el cine. Pienso, a diferencia tuya, que todos los films hablan de él, y más lo hacen los que menos se aferran a supersticiones temáticas excesivamente referenciales. (Una vez más, cierto artículo de cierto escritor no-vidente me sirve de guía) En lo que sí creo, como ya dije, es en la política como acción transformadora sobre un territorio concreto, y ahí sí hay cosas que no voy a dejar pasar. Por ejemplo, decir que la discusión sobre las formas de producción

      se dio por terminada con la salida de la crisis).

      resulta un ejemplo de la prepotencia que caracterizó a la gestión cultural de la época de Coscia- ¿Qué quiere decir “se dio por terminada”? ¿Y qué pasa entonces con quienes seguimos dándola (no solamente mediante el discurso escrito o el debate oral sino fundamentalmente mediante la sucesiva fabricación de películas que sucesivamente desmintieron esas conclusiones apresuradas que vos tan obedientemente avalas? ¿Qué pasa con las películas disidentes a las que el INCAA viene ignorando desde hace años, como si no fueran nada, y a las que el cine argentino debe gran parte del prestigio que a los nacionalistas tanto parece importarles?
      Por otra parte, me enterás de que

      Por otra parte, a un lado de esa grieta aún podemos discutir sobre la finalidad de un Incaa, mientras que del otro lado se sugiere cerrarlo…

      ¿Adónde suceden esas discusiones de las que –con tanta solvencia- te enorgullecés? Yo puedo decir que en quince años no recibí de los campeones nacionalistas otra cosa que acusaciones y desprecio, y que esa actitud ha retornado con invicta lozanía la semana pasada a raíz del traspié provocado por cierto redactor impreciso. En ese sentido, es preciso ser justos: en doce años de gobiernos macristas en la Ciudad, el Bafici (más allá de varios incidentes que perfectamente soy capaz de enumerar) se ha mantenido relativamente fiel a sí mismo, y no ha perdido su lugar de refugio del Cine Independiente. Esto, desde luego, no es atribuible al fervor de las administraciones municipales por el Nuevo Cine Argentino sino de la comunidad gestada en torno suyo que una y otra vez se ha ocupado de defenderlo de las veleidades de funcionarios. Ahora bien: ¿Tan seguro estás de que esa identidad se hubiera mantenido en caso de que la influencia del INCAA sobre sus autoridades hubiera sido mayor? Yo pienso que no: que las corporaciones que orbitan en torno del INCAA no tienen por el cine independiente otra cosa que rencor y desprecio. Yo también se que sos más que un mero twittero alineado con la monodia oficialista, pero permitime decirte que tu arenga contenidista y tu desdén por una política de producción que permita la experimentación formal en lugar de la ejecución serial de objetos reaccionarios que a nadie interesan no deja entrever excesiva consciencia de tu lugar en la producción. Sos un cineasta independiente que defiende a la Industria y desmerece a los que la cuestionamos: un ejemplar infrecuente. A nadie más que a mí le interesa la discusión sobre “la finalidad del INCAA”, pero en esa discusión sí que me siento sólo, sin contar siquiera con la alegría (tan frecuente en otros ambitos, como puede verse) de tu conversación.

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  8. Podés no creer en "modelos de país", pero que los hay, los hay… Están a la vista, aquí, allá y en todas partes.
    También hay modelos en el cine. De producción, por ejemplo, por nombrar los que te desvelan. Yo prefiero pensar las “condiciones de producción” en un sentido amplio…
    Todos los films expresan sus propios credos, por supuesto. Lo que digo (una vez más y van…) es que los que son autoconscientes tienen más armas (lo que no significa que siempre las usen bien o sean mejores).
    No hay “supersticiones temáticas”. De hecho ni siquiera hablo de temas. Son ustedes los que se empeñan en esa dicotomía…
    (Una vez más, lees mal “El escritor argentino y la tradición”, del mismo modo en que usas la palabra “nacionalista” como si estuviéramos en los 30…).
    La política siempre es “acción transformadora sobre un territorio concreto”, pero lo político es menos concreto y no siempre transformador… Por eso no se le puede escapar.
    Cuando digo que “la discusión sobre las formas de producción se dio por terminada con la salida de la crisis”, me refiero a que volvió el peronismo y su afán intervencionista e industrialista (aclar que no me parecen malas palabras). Lo que no significa que eso se haya hecho bien ni que no debamos seguir discutiendo los modos del cine independiente, pero… hasta vos aceptás la necesidad del Incaa y de que los nuevos tengan cobijo ahí también. Porque no hay que dejarlo para que lo usufructúen solo los grandes peces. O dinosaurios, como se decía en los 90 en El Amante.
    Ahora bien, “películas disidentes” es otra cosa. No bastan solo las formas de producción. Hay películas independientes que no disienten en nada con las más conservadoras, y viceversa. Es más compleja la cosa.
    Pero nadie da esa discusión hoy.
    Y hasta con vos se hace difícil, si hablás de los “campeones nacionalistas”, entidad algo vaporosa. No son “nacionalistas” los que creen que todo el cine debe pasar por el Incaa, del mismo modo en que no son “cipayos” los que quieren ir por afuera… Ya los términos me hacen sonrojar, por San Jauretche.

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  9. Menos vaporoso, sin embargo, es eso de que “en doce años de gobiernos macristas en la Ciudad, el Bafici (más allá de varios incidentes que perfectamente soy capaz de enumerar) se ha mantenido relativamente fiel a sí mismo, y no ha perdido su lugar de refugio del Cine Independiente”... Incidentes, relativamente. No podes sostener esa frase sin cuestionartela.
    Por otra parte, “la comunidad gestada en torno suyo que una y otra vez se ha ocupado de defenderlo de las veleidades de funcionarios” puede predicarse también de Mar del Plata, como se vió en estos días… Entonces?
    El problema no es la “identidad” (no seas nacionalista, je), sino la fidelidad a algo más que el propio canon. Me he cansado de ver películas facsimilares a “A propósito de Buenos Aires” en todos estos años… Y no hablamos de una obra maestra, sino de una comunidad (demasiado) cerrada.
    Entonces: una cosa son “las corporaciones que orbitan en torno del INCAA”, y otra cuestión son las corporaciones que orbitan en torno del Bafici… Algunas son más poderosas que otras, claro. Pero también lo es el cine de Hollywood frente al resto del mundo. Cuestión de perspectivas.
    Yo también soy más que un mero twittero porque no tengo tuiter, y no estoy alineado con ninguna monodia oficialista (de hecho tengo la curiosa suerte de haber sido criticado –y algo más- por todos). Asi que permitime decirte que a esta altura me agota que me tires con “tu arenga contenidista”.
    Insisto: “La experimentación formal en lugar de la ejecución serial de objetos reaccionarios que a nadie interesan” es algo que puede caberle a distintas formas de producción…
    Y sin embargo no desmerezco a nadie. De hecho veo todo, algo que dudo hagan esas comunidades cerradas. Porque me interesa la dialéctica, en todo sentido. Por eso estoy acá, sin ir más lejos.
    Una anécdota sobre el “cineasta independiente que defiende la industria”: en la época de mi película “M”, varias veces tuve discusiones con espectadores a los que les parecía contradictorio “criticar al Estado en una película apoyada por el Estado”. Eso es ser independiente y a la vez creer en la necesidad del apoyo estatal. Como vos mismo, aunque no sea del estado argentino el apoyo….
    A mí, en cambio, me parece admirable tu defensa del INCAA. Lo que demuestra que no sos un libertotario. Incluso se diría que sos bastante nacionalista, visto el “contenidismo” de tus películas… Enhorabuena.

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