El director de cine - Rafael Filippelli




Hay un viejo chiste que dice que cuando se filmó la primera película, el productor preguntó ¿vos qué sabés hacer? Yo soy novelista dijo uno y lo nombraron guionista. Otros dijeron que eran actores de teatro, otro que era fotógrafo de foto fija y así de seguido. Ya se tenían todos los rubros cubiertos hasta que uno dijo “yo no sé hacer nada” y lo nombraron director de la película. Algún malintencionado podrá decir que hoy las cosas no cambiaron demasiado pero no es cierto del todo.

Ya sé que lo dije antes pero se ha escrito mucho sobre el montaje, la fotografía, el guión, etc. etc. y muy poco sobre el director de cine. Mejor dicho, sobre lo que hace cada quien cuando se filma una película. Si se hiciera un sumario sobre todo lo escrito al respecto se llegaría a la conclusión de que el director es algo así como un burócrata. Y es muy probable que, según desde donde se piense el cine, sea cierto. Es más, en la mayoría de las películas funciona así.

En un momento apareció la categoría de autor. Venía acoplada a “La política de los autores”. Una vez más Godard nos despabiló cuando dijo “El problema central no radica en los autores sino en la política”. Si lo pensamos bien, es más pertinente hablar hoy de "cine de autor" que en aquel momento. No es que en aquel momento no los hubiera (tampoco eran tantos). Hoy funcionan más como categoría. Y aunque eso no garantice la calidad de las películas, no deja de colocar al director en un lugar autoral. Ya sé que esto se puede confundir con lo caprichoso, sin embargo, hay varios ejemplos que van en la dirección que sostengo. Perdón si insisto: que una película ponga de manifiesto sus rasgos autorales no garantiza que sea buena. Por si no fui claro. No me estoy refiriendo a lo que filma Perrone ni aventureros similares. Pienso en rasgos, decisiones y miradas. Pienso en la convicción de los planos fijos de Rita Azevedo, en la desmesura de Mariano Llinás. Con el debido respeto a los compañeros o no que piensan diferente, no encuentro eso en Matías Piñeiro, ni en Alonso ni en tantos otros. Por momentos (muchos) lo encuentro en Rodrigo Moreno. Pero no donde lo ven amigos como Sergio Wolf. Más bien en la escena de las motos de su última película. 

Insistiré en unas palabras que he repetido mucho. “Dejarse llevar”. Sin ánimo de renovar viejas diferencias, nada que ver con lo que se le atribuye al documental. Es exactamente lo contrario. El documental genera dependencia no libertad. Desde ya que en esa dependencia está la posibilidad de la libre elección. Ahí también se ponen de manifiesto los rasgos autorales.

Que quede claro. No es mi propósito defender a los directores de cine. Por el contrario, más bien me resultan deplorables. Ha sido mi trabajo de toda una vida y me indigna que sea tratado banalmente.

Continuará...





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