Las generaciones VI- Algunas experiencias personales (ligadas a algunas discusiones actuales) - Rafael Filippelli




De los muchos años en que fui profesor de Dirección Cinematográfica en la Universidad del Cine recuerdo algunas anécdotas que oscilan entre lo artístico, lo intelectual y lo amical.

La primera –sin orden de prelación– es haber visto el primer corto de Mariano Llinás, “Derecho viejo” y sus consecuencias. A mí me había gustado, sobre todo, la parodia, o si se prefiere, la estilización, con que Llinás había trabajado un mal que (evidentemente para él) ya acechaba al nuevo cine argentino. Me refiero a los tics o lugares comunes a los que se refiere hoy, muchos años más tarde. La figura elegida era la exacerbación. Sin embargo, Mariano Llinás, en aquel momento, pensó que a mí la película no me gustaba. Para mí fue el primer llamado de atención. Tal vez Llinás había quedado fijado a una pregunta mía que tiempo después contó en público. “Mariano, ¿vos pensaste cómo se encuadra en primer plano a un hombre con sombrero?"

La segunda fue mi primera visión de “Dos en un auto”, corto de Juan Villegas, que más tarde se convirtió en “Sábado”, su primer largo. No tenía ningún error. No quisiera abundar ni exagerar, pero la decisión de dejar o agregar –poco importa- el sonido de la cámara era de una audacia y de un comprensión de para dónde debía ir el cine que aún hoy me emociona recordar.

La tercera fue un corto de Alejo Moguillansky del que no recuerdo el título. Una persona huía o perseguía, poco importa, y en su recorrido se veía obligado a matar a las personas en varias oportunidades. No es que fuera gordardiana: lo evocaba. Ya quedaba claro que había nacido para hacer cine.

Por si no he sido lo suficientemente claro, me refiero a estas cuestiones a partir de la audaz intervención de Llinás acerca de comenzar a revisar lo que hicieron los representantes de la generación de los estudiantes de cine. No es tan difícil: ahí está todo a la vista. Si se prefiere tener una mirada corporativa los juntamos en un alegre montón. No soy de citar a Discépolo pero si queremos juntar a Burman con Caetano, Martel, Alonso, Llinás, Wolf, Moreno, Villegas, Moguillansky y así de seguido, podemos hacerlo. Nadie lo va a prohibir. Ahora, sólo lograríamos armar una confusión y un cocoliche.

Para cerrar voy a explicar a lo que apunto. No hablo por hablar ni porque son mis compañeros y amigos. ¿Qué le agregan a lo que falta los cineastas que yo prefiero? No los voy a nombrar. Depende de ustedes.

Uno le agrega el disloque narrativo; otro el manejo de la distancia como definición de una poética; otro la libertad de manejarse entre las cuestiones más controvertidas; otro en haber inventado un insólito narrador que atraviesa sus películas y el último en llevar la modernidad hasta donde ya deja de serlo y, a pesar de ello, seguir avanzando. 



Comentarios

  1. Querido Mariano, acabo ver, (re-ver) "Derecho Viejo". "!Dulce pájaro de juventud!" Hermosa! Una zambullida en la fresca audacia de los 20! "I vent´anni ti minacianno".Entre Pudovkin y Cassavetes, ecco. Abrazo (Mary Contardi)

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  2. Ah! El Santafecino es lisonjero por naturaleza. Yo acabo de verlo nuevamente. Me gustó bastante. Contrariamente a lo que aquella anécdota mítica indica, no veo que estén tan mal encuadrados los sombreros- Es imperdonable, en cambio, que ella tutee a Gavilán (en rigor, muchos diálogos son timoratos) Y esas cámaras lentas... ¿Cómo no saber que el mismo efecto de irrealidad se daba a velocidad normal, sin necesidad de gastar el doble de película? En fin... Cosas de la juventud. La actuación de mi padre, muy buena.

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