Néstor Almendros - Bruno Dubner



Uno de mis más queridos amigos, Rodrigo Moreno, me invitó hace ya unos meses a escribir para el blog de Revista de Cine, algo que me permitió asomarme a un mundo misterioso y totalmente desconocido para mi: aquel que hoy se pregunta por el cine desde sus mismas entrañas. 

Quise saber más y comencé a asistir a “Una historia del cine”, el curso que dicta Juan Villegas. En uno de los encuentros, Juan recomendó una entrevista a Néstor Almendros realizada por la TV española.

Si bien era admirador de su trabajo y conocía la importancia que tiene en la historia del medio, jamás lo había visto hablar. Vaya sorpresa.

Como curiosidad, las imágenes de las películas que aparecen en la entrevista son fotografías que el entrevistador sostiene con sus manos. No hay trailers o fragmentos. Quizás la tecnología de la época no lo permitía, pero únicamente lo que se nos muestra del trabajo de Almendros son fotos tomadas por la única persona de la cual un rodaje podría tranquilamente prescindir y la película continuar sin enterarse. Una persona que porta el nombre más ridículo de todos. Porque cuando se hace una película cada quien tiene un nombre función: foquista, director/a, continuista, productor, asistente de, etc. La persona a la que me refiero es el foto fija.

Pero las palabras de Almendros son mucho más interesantes que las investigaciones sobre un still.

Néstor Almendros, quien guardaba cierto parecido físico con Manuel Puig, era un hombre de acento no muy claro. Resulta difícil adivinar donde nació o en donde vivió guiándose únicamente por su habla, de una cadencia tan similar a la manera en la que trató a sus imágenes: suave, precisa y elegante. 

La entrevista muestra a una persona que portaba un aire triste y restringido; como si luchase por contener a una fragilidad intensa, producto de una extrema sensibilidad por el mundo que jamás lograría contener y que siempre se abriría paso sin importar que. 

Daba la impresión de ser vulnerado tanto por la belleza de Isabelle Adjani como por la de un sombrero de paja. 

No es de extrañar que tantas personas (también suaves, precisas y elegantes), le hayan encomendado sus mejores imágenes. 

¿No es eso lo qué se hace al elegir un colaborador?¿Quién no desearía como fotógrafo/a a alguien para quien el amor a las imágenes equivale al amor por el mundo? 



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