Las Generaciones II - Rafael Filippelli



No sé cómo se miden las generaciones ni me importa. Lo que sí sé es que si tienen ochenta años no se pertenece a la generación de los que tienen treinta. Así estamos obligados a discutir en este blog y en nuestra revista. No le voy a contar los años a nadie pero me parece que cuando comencé a trabajar en el cine ninguno de mis compañeros de la Revista de Cine habían nacido. Salvo que alguien me sorprenda y me diga que nació antes de 1957. Es cierto que los que hoy están cerca de los sesenta años conocieron cosas más cercanas a las que yo conocí, que los que rondan los cincuenta años convivieron de jóvenes cosas conmigo y que los más jóvenes se imaginan, con todo derecho, muchas cosas.  El tiempo dirá.

Cuando empecé en el cine, ni siquiera estaban de moda Antonioni ni Godard. Más bien teníamos la idea que eso estaba por llegar y, mientras tanto, nos conformábamos con Bergman. No veíamos cine de Hollywood –ni el bueno ni el malo– y algunos se conformaban con el (después llamado) "cine de calidad francés". Con perdón de la presunción, algunos intuíamos que pronto todo iba a cambiar. Y cambió. Si bien tengo tomada una posición, no voy ahora a hacer uso de ella. Voy a mezclar lo que seguramente no hay que hacer. Voy a poner en un mismo nivel de igualdad a “Hiroshima mon amour”, a “Los 400 golpes, a “La dolce vita”, a “Sin Aliento”, a “La aventura”, y no quiero extenderme porque caería en el error de olvidar obras fundamentales.

Como ya en varias oportunidades lo puso de manifiesto Juan Villegas y, aunque sea provisorio, mal que les pese a muchos, a eso fue lo que llamamos cine moderno.

Es tan difícil definirlo por lo que es como por lo que no es. Sin embargo me pregunto, les pregunto, ¿si uno ve un plano de un personaje mirando hacia el fuera de campo y, mientras espera, la descarga no llega, qué piensa?: ¿que es un film de Minnelli o de Antonioni? 

O sea, hay algo que dura más. ¿Pero dura más que qué? Dura más de lo habitual, o sea de lo que hasta ese momento era lo dicho y abre posibilidades para poder decir otras cosas y otras formas. Todo eso que se decidió no cortar y dejar en el film es solo tiempo. ¿Es solo tiempo? Más bien lo importante pensar que es lo que permite ese tiempo. Yo diría pensar. Si bien temo reiterarme no estaría nada mal pensar la relación que esto guarda con lo brechtiano.  


 


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